Es cierto, la timidez es molesta cuando hay que ir de a fiesta. Está esa sensación molesta en la base del estómago, ese miedo a ser rechazado, a hacer el ridículo.
En cambio, qué alivio resulta comprobar que nadie presta atención, que pasás inadvertido mientras los demás charlan, que nadie ve raro que te quedes callado en un rincón, que nadie te nota cuando se despiden, cuando recogen los platos, cuando te barren con el papel picado y cierran la bolsa.
sábado, 20 de junio de 2015
Día de asperjar esplendor
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