Cosas así quedan como anécdota pintoresca en las sobremesas familiares, como la otra de la prima Alina, que se durmió de madrugada en la placita Falcón y despertó al mediodía con la cara quemada por el sol.
Hubo un tiempo en que dormir en la calle no parecía algo tan extremo, era un mal momento, algo que podía pasar y nada más.
Después llegó una etapa en que algo así era inadmisible, no tener donde dormir, ni un amigo donde ranchar se convirtió en sinónimo de un desvalimiento absoluto. Quienes habían pasado por esta experiencia eran unos renacidos.
Finalmente, hemos llegado a entender que esto es una posibilidad, que en la vida puede llegar a suceder, y que como a todo, uno buscará como afrontarlo, sin conocer el final y sin esperar.
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