lunes, 16 de noviembre de 2020

Pretender

Ser "pretencioso" es uno de nuestros pecados mas comunes y también una pretensión: si la gente común no fuera pretenciosa la estructura social se desmoronaría.
¿Será un anacronismo, un prejuicio sobreviviente de una sociedad extinta?¿Será un defecto de la educación, una contradicción creada por intereses en conflicto (es claro que no se puede esperar que los educadores comprendan realmente cómo funciona la sociedad)? 
¿Es simple hipocresía? La hipocresía también es un pilar de la sociedad, tan necesario como el agua corriente. Sería acaso una dinámica propia de toda sociedad clasista: imponer condiciones morales a los dominados, de las que las clases dominantes se ven eximidas. Si le agregamos a esa dinámica una pretensión de movilidad social... bingo. La pretensión se sostiene a si misma, parece, y la movilidad social es el barón de Münchaussen tirando de su propia coleta para salir del pozo.
Como de costumbre, una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa. Le decimos pretencioso a muchas cosas:
Por un lado está el tipo ideal de alguien que siempre quiere más, que busca y rebusca siempre algo "mejor". A estos pretenciosos les decimos que se calmen que no sean tan exigentes, sobre todo porque NOS exigen a nosotros y no queremos que se note lo flojos que somos. 
Otro caso es el que pide más de lo que "le corresponde", se siente excepcional, y pide que se hagan excepciones con él. Más que pretencioso es un parásito usurpador, pero consiguió que la sombra de su perversidad recayera sobre los que son simplemente exigentes.
También se puede confundir a estos verdaderos pretenciosos con las personas narcisistas, enamoradas de sí mismas. Puede que a veces actúen parecido, que creyéndose mejores de lo que son aspiren a recibir un trato que los demás no les reconocen.
Teniendo presentes estas diferencias se aclara un poco la contradicción. Porque el pretencioso que quiere cagar más alto que el culo, se convierte en un obstáculo para esa estructura que hace de la movilidad social la herramienta más eficiente de acumulación de capital desde la invención del alambrado.
En cambio, los exigentes y los ilusos, tan diferentes, son el yunque y el martillo de la movilidad. Los ilusos fantasean una realidad inexistente, que los exigentes pagan por alcanzar.
Y la nave va ¿qué pretendían?



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