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Hagamos así —escribió el— yo voy con una remera de manga larga, roja y verde. Si querés, te acercás. Si no, vemos el show cada uno por su lado, la pasamos bien y nos volvemos.
Ella se acercó en la puerta. Vieron el show juntos, después fueron a comer a un shopping. Llevaron sus bandejas a una mesa apartada.
—¿Ya decidimos si el otro es un asesino? —preguntó ella.
Rieron. La charla comenzó torpe, como tanteando, atravesada por silencios incómodos. De a poco fueron recordando cosas que el otro había escrito en el chat, retomaron los temas que habían derivado en ese encuentro. Salieron del shopping y fueron a un bar. Charlaron hasta las 4 de la mañana. El la acompañó hasta la parada.
Se vieron un par de veces más. Después de la última, dejaron de chatear. Ninguno de los dos quiso explicar por qué.
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