Si les maravilla la grafología, que consiste en reconstruir la personalidad a través del análisis formal de las rúbricas, tanto más tiene que impresionarles el conocimiento obtenido desde la imitación directa.
Ya no se trata de inducir a partir de los rasgos del trazo, una representación lingüistica de la personalidad del otro, que luego hemos de asimilar a nuestras propias vivencias subjetivas para obtener algo así como una proyección mental del prójimo.
Mediante la imitación, aquellos rasgos son reproducidos en un todo, en su materialidad. Luego, estamos actuando tal como el otro.
Y como en aquella teoría peregrina que afirmaba que en el momento del orgasmo todos los hombres son el mismo hombre, quien alcance a imitar una firma a la perfección, debería poder ver por un instante con los ojos del firmante.
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