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Ahí entra en acción el principio antrópico: sabemos que estamos en un universo que salió bien porque estamos aquí para decirlo. Pienso, luego existo. Simple.
No es bueno andar antropomorfizando, pero si me permiten: esto equivale a decir que Dios juega a los dados —pero muchos, muchos dados—, y vivimos en una generala servida.
Otros físicos agregan una idea casi gratuita, que cambia el panorama: cada universo que no llega a ser deja un residuo. De ese residuo puede, o no, formarse otro universo.
¿Suena conocido? Si las características de un universo determinan las características del residuo, existirán residuos más "universogénicos" que otros. De entre esos, algunos producirán universos más estables, con mayor capacidad de "provrear", y por lo tanto tendrá a aumentar en proporción frente a los otros.
En este caso, que me encanta, Dios sale del bar, deja a los muchachos con los dados, y sube a su piecita a escribir. En este modelo, nuestro universo no es más que uno en una inmensa cadena de borradores, esperando su turno para que lo arruguen y desechen por otra versión mejorada.
95 palabras de yapa
—¿Y, la levantaste?—¿A la piba? Sí, la ayudé.
—No, nabolín, te pregunto si te la levantaste.
—La levanté y seguí corriendo.
—Ajá, saliste corriendo.
—Se-guí corriendo. Estaba corriendo, me choqué y seguí. No rompas, Juan.
—No rompo. Solo aviso que las minas no caen del cielo, y vos chocaste con una.
—¿Lo cual, por una lógica enferma, la transforma en material de levante?
—Por supuesto. Tenés la excusa para charlar.
—No se me ocurriría hacer algo así, ni sabría cómo.
—Claro que no sabés, por eso tenés que practicar. Fracasar mucho y todo eso.
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