jueves, 24 de enero de 2019

Tomar tereré

En un día como hoy, nada mejor que un tereré.
La primera vez que tomé uno, fue en la siesta aplastante de Resistencia, la capital chaqueña. Era 1981/1982. Se disputaban las internas entre Línea Nacional y Renovación y Cambio dentro del partido radical. Mi viejo era balbinista a muerte, no le cerraba Alfonsín aunque se le llenaron los ojos y el alma de lágrimas cuando lo vio presidente. Un radical de los que no quedan, a decir verdad.

En fin, mi viejo tenía un correligionario (que no amigo, sino esos que conocía del comité) que era chaqueño y la movía en su provincia. Entró a hablarles de las necesidades de los pobres chaqueños o de los chaqueños pobres, mencionó (poco) las comunidades indígenas... Y ahí caímos nosotras, una amiga y yo, que nos comprometimos a llevarle a Chaco las donaciones que reunieron en Buenos Aires. A cambio nos entrevistarían en la radio (nos importaba un bledo, claro) y no sé qué más prensa nos prometieron.

No voy a comentar mucho más del fraude detrás de esa donación. Solo que, si llevábamos zapatillas, les daban el pie izquierdo y se quedaban con el DNI que devolvían luego de la interna. Deplorable. Ya cuando vimos esto, supimos que éramos títeres de una interna que no nos representaba ni podíamos cambiar.

Cuestión que no fuimos a las "presentaciones" que quedaban y recorrimos Resistencia... A las dos de la tarde. O sea: con el sol de la siesta taladrándonos la nuca. ¿Me explico? Lo primero que nos impresionó fue la soledad de una ciudad a las dos de la tarde. (Sí, así de pajueranas citadinas éramos salimos a las dos de la tarde a caminar por Resistencia). Era una ciudad muerta, sin ruidos, tranquila.

Caminamos, caminamos, caminamos. Ya estábamos por desmayarnos de calor y hastío cuando vimos unos tipos tomando mate ahí cerquita del puente. Mi amiga, que era más dicharachera de lo que yo jamás fui, encaró y les pidió un mate. Y resultó que era tereré hecho con agua de ananá.

Nos sentamos con ellos unas tres rondas. Nos cargaron por andar caminando a esa hora. Nos dijeron que mejor cruzábamos el puente y nos íbamos a Corrientes, que la íbamos a pasar mejor.

Eso hicimos, y más. Pero eso es otra historia, seguro. Hoy, los dejo con ese sabor a tereré fresco, nuevo, rico, húmedo y amargo en medio de esta tarde de calor sólido en el asfalto de Buenos Aires.

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