martes, 30 de junio de 2020

Hacer experimentos

Günter Grass tiene un libro sobre cocineras, y más o menos adscribe a la idea de que toda la ciencia de la química nace del fogón, a partir de la magia y la alquimia. 
No sólo tenemos el ejemplo trillado de la acción del calor que tanto endurece algunos materiales como ablanda otros. La magia empieza con el descubrimiento de que con el medio adecuado, se pueden extraer propiedades de un material y conservarlos para otra cosa.
Y lo mejor de todo es cuando se aprende a combinar materiales haciendo que surjan propiedades que no existían previamente.
No sé si esto salió necesariamente de la cocina, o de los hornos de los herreros, pero literariamente es una idea más atractiva, así que nos quedamos con ella.
Todo esto viene a cuento de ver los videos de uno que fabrica cuchillos a partir de casi cualquier material. Y es que con el proceso adecuado, siempre se encuentra la forma de lograr un material suficientemente duro.
Al contrario de los ingenieros, que parecen estar buscando UN material universal para fabricar desde ropa hasta buques de carga, este tipo sólo hace la misma pieza con los materiales que se le ocurren.
Hacer experimentos, además de mezclar las cosas, también es encontrar maneras nuevas de hacer lo mismo. 



lunes, 29 de junio de 2020

Ordenar

Otra vez sopa!
Bueno, así es la termodinámica: hay que trabajar mucho para que todo siga igual.
Para variar, hay días en que uno se pone a acomodar sus cosas para que: 
  • ocupen menos espacio
  • están más a mano
  • se vea más lindo todo
  • porque sí
O también, como hoy, no se trata tanto de mover objetos como de dar órdenes. No indicaciones, no sugerencias, mucho menos pedir. De vez en cuando hay que usar el viejo y querido modo imperativo, que según la mayoría de los expertos, es el modo primordial del habla.
Cierto que se complica si todos nos ponemos a hacer lo mismo, como esa vez que los controladores de Un Mundo Feliz hicieron una sociedad experimental de alfas: poblaron una isla con personas condicionadas desde la gestación para mandar. No es necesario ser el Marqués de Sade para darse cuenta de que el imperativo kantiano, de obrar de manera que el principio de tus actos pueda ser universal, es impracticable. Él mismo se dio cuenta y lo cambió pro ese otro de tratar a cada uno como un fin en sí mismo. También es impracticable, pero eso es harina de otro costal: como ideal es bonito y menos problemático.
Todas estas contradicciones vienen de nuestra (?) rigidez y falta de imaginación. Ya lo dijo Maquiavelo: muy rara vez se encuentra alguien capaz de cambiar su modo de actuar de acuerdo con las circunstancias.
El ideal maquiavélico es una persona que puede tanto ordenar como obedecer según sea preciso.
Como no es fácil pedir que todo el mundo haga caso, porque desde la revolución francesa en adelante (y por esto se la tiene más presente que a las otras) todos aspiramos a ser como reyes.
Pero si todos somos reyes al mismo tiempo, ahhhh...
Algo habremos de aprender.

domingo, 28 de junio de 2020

Hacer la pregunta

Está claro que las verdades no existen hasta que alguien las dice. Y podemos arriesgar una arbitrariedad: toda verdad es una respuesta a una pregunta. La religión presume de verdades reveladas por un dios impertinente. También la fantasía histérica imagina un padre perverso que viene a poner en juego una demanda sexual que nadie pidió.
Pero ni la mitología social ni la individual nos tienen que distraer: si hay un texto que diga algo significativo, algo más que un dato irrelevante, si es una verdad, es porque hay lugar a la pregunta.
En el caso hipotético de que alguien se hizo preguntas y fué lo suficientemente caradura como para anunciarle sus respuestas al otro, es obvio que, ya sea que supone al oyente sus propias preguntas, o que busque incomodar activamente, la información no solicitada se convierte en verdadera si hace que el oyente se pregunte a qué pregunta responde lo que acaba de oír.
No es raro: quedan tantas preguntas acumuladas a medida que uno crece, tantos baches en nuestro conocimiento, que siempre estamos en posición de asumir que nos vean ignorantes y nos eduquen (bueno, los años de escuela refuerzan esta autopercepción). 
Acá se ve que la mejor manera de que una persona se sienta insegura, es darle información que nunca pidió, para que se sienta ignorante.
Y la forma apropiada de subvertir estas relaciones es adelantar las preguntas.
Otras verdades pueden aparecer.

sábado, 27 de junio de 2020

Apestar

El sentido del olfato está directamente relacionado con la comida. Además de estar ubicado en lo que es una diferenciación de la boca primigenia de entrada (los animales venimos de una forma original en forma de tubo o toroide oblongo), el olfato nos atrae a la comida tanto como nos aleja del veneno.
Por esto tenemos un sentido del asco.
Aprovecho para recordar una teória peregrina de Freud, sobre la que volvió más de una vez, como esos chistes que se cuentan con la esperanza de que alguna vez causen gracia, pero son malos, nomás. Seguramente bajo la influencia del otorrino Fliess, primer amigo y confidente convencido de una conexión nerviosa entre la pituitaria y los genitales (otra en Jean-Baptiste Grenuille), Freud creía que la inhibición sexual estaba relacionada en los humanos con la bipedestación. Supuso que con la postura erguida, los órganos genitales quedaron expuestos a la vista, pero sobre todo al olfato, provocando una respuesta de repugnancia. Tengamos en cuenta que la gente de fines del sXIX no sería mu de lavarse allá abajo.
Pero desde el punto de vista olfatorio, ya sabemos que el sexo tiene esa condición ambivalente, donde hay cosas que son desagradables normalmente, y se vuelven atractivas cuando uno se excita.
Pero volviendo a lo comestible, me sorprende la cantidad de cosas apestosas que hemos ido incorporando a la dieta a lo largo de la historia. Casi todas tempranamente.
Ya las aceitunas, que son una conserva legendaria, tienen su propia épica y todo, en estado natural son una baya amarga, intragable. Una cosa es que nos lleguemos a comer cosas así por necesidad, pero que lleguen a tener estatus de comodity, hace pensar.
Y la cantidad de cosas que ingerimos que son directamente producto de la descomposición.
Con esto también dimos vuelta todo: para que las cosas no se descompongan, las sometemos a procesos apestosos. Hervimos los repollitos con vinagre, peste sobre peste, pero qué delicia.
Comer algo apestoso puede haber sido en un principio un acto de necesidad, pero luego se ve cómo no educamos para superar la repulsión, crendo nuevas formas de placer.
Acaso de esto se trata la historia, de inventar placeres.

viernes, 26 de junio de 2020

Ser leproso

Nuestra vida social, al menos en el aspecto geográfico, es como un péndulo que va y viene de sociedades que encierran al otro, a sociedades que se cierran al otro. 
A donde vamos, nos obsesiona delimitar un afuera y un adentro. No tiene nada que ver con las paredes, cercos o alambrados. Eso es para los animales, los perímetros que nos separan son mentales antes que físicos.
No está mal, eh: la existencia de una barrera es la solución de la naturaleza al problema de controlar los intercambios de energía. Miren las estrellas ¿cómo se organizan? Por acreción ¿Qué les pasa? Explotan.
Si ponés una bacteria en un medio muy salado, sufre un shock osmótico, toda su agua sale eyectada hacia afuera. Explota.
Quiero decir que sin adentro-afuera no hay vida. Otra cosas es que las sociedades tengan que tener los privilegios de un ser vivo. Que tengan que tener un afuera y un adentro de donde regular intercambios, es una idea francamente novedosa.
Para nuestro imaginario europadependiente, el caso pluscuamperfecto de la segregación es el leproso.
Y es especialmente caro a la simbolización desde que el leproso mismo es, no sólo el denominador del todo que lo excluye, sino un espejo de aquella sociedad que lo aparta: las costras que se van desprendiendo de su piel son al enfermo lo que el enfermo al resto de la gente.
Y así como el leproso no pierda nada de su condición mórbida con la pérdida de la parte más afectada, tampoco lo hace la sociedad.

jueves, 25 de junio de 2020

Controlar la presión

Acá en el Río de la Plata, "la presión" es la tensión arterial, también le decimos tensiómetro al esfigomanómentro, pero en fin...
Controlar la presión es tomar la presión, que en realidad es medir la tensión arterial.
Aprender a hacerlo es uno de los gustos que están al alcance de muchos.
Ahora es más accesible aún a las masas desde que venden esos tensiómetros digitales que te ponés en la muñeca. Claro que además son fuente de no pocos sustos: si no se coloca el brazo en la posición correcta, puede dar valores más altos que lo normal. Con lo que uno se asusta y le sube la presión, je.
Con esto suele haber muchas confusiones, la gente asocia la hipertensión con el mal temperamento, en relación inversa. Se cree que enojarse hace subir la presión, cuando más bien suele ser al revés: el hipertenso sufre daño neurológico en su corteza frontal, pierde control de impulsos y se vuelve irascible. Típicamente las personas "frontalizadas" achacan a los demás sus propios problemas: "me ponen nervioso". También es común la identificación con el síntoma: "me hago mala sangre", una forma de naturalizar el problema y renunciar a corregirse.
Si una persona sana se angustia, se enoja, o se agita por cualquier causa, la presión le sube un poquito, pero si sube mucho, no es por la angustia, no es por estrés: es por la hipertensión.
No llego a darme cuenta si los cardiólogos recetan a veces ansiolíticos porque son burros y leyeron un artículo sobre psicosómáticas, o en realidad son muy vivos y sabiendo que el paciente es un hipertenso leve, prefieren darle algo que sí va a tomar, con un argumento agradable a sus oídos, tratando de que de paso hagan un poco de actividad física y vivan mejor.



miércoles, 24 de junio de 2020

Jugar con autitos

Jugar con autitos es, por supuesto, chocarlos. Más allá de un pasajero e inmaduro interés por las carreras de autitos rellenos con plastilina, a fricción, eléctricos y a control remoto, todo niño sabio reserva su iniciativa para inventar rampas, fosos, muros de bloques, formaciones de soldaditos que embestir con sus mejores autitos.
No es casualidad que los preferidos de los profesores de física sean los problemas de encuentro: está científicamente demostrado que el mayor interés del niño es ver chocar cosas.
En la cultura psi no está reconocida esta tendencia en sí misma: se la asimila al sadismo, la la pulsión de contacto. No se dan cuenta de que es algo diferente, algo que tiene un lugar  y una historia propia, que a lo sumo aporta fuerza a otras tendencias que le ofrecen satisfacciones sustitutivas.
Hay como para preguntarse qué es lo que de uno se representa en esos autitos. No puede ser algo primordial o genético, ya que no se podría haber manifestado hasta la invención de estos juguetes.
Tal vez el juego de la bolita sea un precedente, pero en contra de esta intuición se eleva la evidencia de que la bolita siempre se halla como juego reglado, una adquisición posterior.
Debe ser una deformación, una especie de callo del psiquismo inducido por el contacto temprano con la tecnología.
Es esto o suponer como Björk que las cosas modernas han existido desde siempre, esperando en una montaña.


martes, 23 de junio de 2020

Trabajar como enano

Al trabajo fecundo y creador!
Al trabajo fecundo y creador!
Al trabajo fecundo y creador!
Al trabajo fecundo y creador!
Al trabajo fecundo y creador!
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lunes, 22 de junio de 2020

Ir al cielo

...o al espacio, que es el cielo. Julio Verne quería burlarse de los norteamericanos cuando escribió "De la Tierra a la Luna", exagerando la pasión de los gringos por hacer cañones cada vez más grandes, ese espíritu práctico y materialista para el cual todo se resuelve con más recursos y cálculos precisos. Lo que no fué capaz de ver es la fantasía profunda a la que sirve ese espíritu. Mientras los europeos piensan en un ideal de eficiencia fría y burocrática, los americanos viven en el país de jauja, donde todo es abundancia, derroche y prepotencia.
Ir al espacio es tan necesario como es cierto que es la única forma en que las personas ven al planeta Tierra como un objeto limitado, como una sola cosa que habitamos todos juntos, y a los asuntos humanos en su dimensión de intrascendencia.
Hasta que el viaje espacial no materializa la existencia de un afuera absoluto a nosotros, no somos completamente humanos.

domingo, 21 de junio de 2020

Engañar a los niños

Tengo la teoría de que todos los mitos, leyendas y religiones, simplemente "eran una joda y quedaron".
Por más que uno se oponga activamente a venderles fruta, cada tanto pasa que no queda otra que embaucar a los críos.
Por ejemplo, elegirles el regalo del día del padre y hacérselos llegar. Ni qué hablar de las mascotas que se escapan.
No puedo evitar admitir que entre estas mentiritas y otras como decirle a un hijo que tu amante es una amiga, o que los muertos los miran desde el cielo y saben todo lo que hacés, hay una escala ininterrumpida.
No sabemos realmente dónde termina la "mentirita blanca" y donde empieza la negación de la realidad.
Por esto nunca faltan los fundamentalistas que pretenden la verdad absoluta: una trampa en la que sólo se sobrevive al costo de una disociación psicótica. También están los cínicos que se habilitan a cualquier falsedad como si fuera  una pavada.
Quién sabe a dónde pueden llegar esas historias que inventamos. Los chicos después las comparten y las deforman a su manera, de hecho hay leyendas que circulan durante años sin salir de una franja etárea, y después son olvidadas por casi todos los adultos.
Así que hay que ser medidos, ya que no se puede evitar el verso, que tampoco sea un festival de poesía.



sábado, 20 de junio de 2020

Robots

Todo se hace a máquina, las máquinas están remplazando a los humanos. Nos estamos robotizando, nos estamos deshumanizando. 
Adquiriamos la manía de pelearnos contra nuestras criaturas más preciosas, las máquinas. Estamos desarrollando una aversión a lo sistemático, lo repetitivo, los ciclos ¡las cosas que nos sacaron de la hambruna, que nos hicieron pasar la era glacial, que son los cimientos de la civilización!
Somos el escorpión de la fábula.
Encima, no sólo abominamos de la rutina, como si fuera enemiga del placer, sino que le achacamos a las máquinas la propiedad de ser repetitivas.
Es raro: las primeras máquinas no se basaban en la repetición, sino en el control, que permitía disponer de fuerzas mayores.
Son las máquinas de la revolución industrial las que empiezan con esto de repetir. Lograron un soporte material para algo que sólo hacía la mente: repetir.
Y las máquinas de ahora hacen mucho más, la automatización implica respuestas variadas y complejas a diferentes situaciones.
Lo que les es propio a las máquinas no es el soporte material, que nosotros tenemos, y para cuya complejidad se puede hacer una escala de grados sin solución de continuidad. Tampoco es la previsibilidad: es perfectamente posible hacer una máquina que dé respuestas aleatorias.
Lo que hace máquinas a las máquinas es que para ellas, "a" es "a". Funcionan a base del principio de identidad, porque se basan en la escritura.
No olvidemos que la escritura no es el lenguaje, aunque a quienes pasan la mayor parte del tiempo leyendo y escribiendo lleguen a parecerles sinónimos.
No olvidemos tampoco que si inventamos la escritura, fué precisamente para extender nuestra humanidad. Los robots nos aumentan. Claro que les delegamos algo que no queremos.
No queremos la identidad, no queremos que el perro sea perro y nada más

viernes, 19 de junio de 2020

Pellizcar

Pellizcar viene de piel, o piel viene de pellizco, como quieran. Para que sea más lindo, la piel tiene que tener una buena capa de grasa debajo.
Hay una sola etapa de la vida en que la gordura causa rechazo naturalmente: la pubertad.
A los varones les repugna todo lo femenino, vienen de una etapa de represión de todos los impulsos heterosexuales, y no pueden procesar la excitación que les provocan las curvas, las redondeces y los tejidos blandos. Por eso se agrupan para mirar porno y hacer mofa de los culos y los rollitos.
A las chicas, no a todas, las descalabra por un lado el cuerpo que les crece de golpe, y por otro el bullying que reciben de los varones y a veces de sus madres, que sienten rechazo a la femineidad corpórea.
Fuera de esto, es muy sorprendente que se haya puesto de moda la delgadez al punto de hacerse regla la actitud propia de un niño de once años.
Usemos la lógica: lo que más deseamos es el cuerpo humano. Deberíamos estar más satisfechos cuanto más cuerpo tengamos a disposición. De hecho, lo estamos siempre. Más es más.
Al engordar uno, el deseo de sí se deleita pellizcando.

jueves, 18 de junio de 2020

Hablar con los demás

Con la bendición de las comunicaciones tenemos cada día más capas de aparatos y sistemas entre nosotros y la gente. La gente siempre son los otros. y hablar con la gente es hablar con extraños, aunque se trate de nuestra propia familia. Si al fin, por más sucesos compartidos, cada persona es una isla. Esa sensación, ese sentimiento de familiaridad ¿de dónde viene, qué tan profundo es?
Yo creo que la única explicación es que en ciertos casos, y por razones de conveniencia geográfica como diría Bart Simpson, decidimos creer que nos entendemos, así como decidimos creer en la realidad de los sentimientos expresados en una ficción cualquiera.
Es como sí el cerebro dijera "todo lo que diga A es consonante: si algo hace ruido, se agrega contexto hasta que encaje". Alguien que entienda de programación lo podría codificar en detalle, e incluso tipificar diferentes métodos para hace consonante el discurso de A, desde la más simple censura, hasta la sustitución de la memoria propia.
Cuando uno lo piensa así, el porqué cuesta hablar con extraños deja de ser un misterio: simplemente no nos conviene ¿Por qué incomodarse a la inmediatez del intercambio teniendo la escritura, que nos aleja?
(no quiero especular acerca de si la escritura se inventó para no tener que acercarse a los demás).
Lo que hay que tener presente es que , así como existen ceremoniales para interactuar, convenciones que llenan conversaciones enteras (no hay que perderse los comentarios de Lucio V. Mansilla sobre la etiqueta  y la retórica ranqueles), así también el lenguaje mismo es una invención, antigua pero invención al fin, y no es en realidad una forma de contacto que no sea imaginario.

lunes, 15 de junio de 2020

Meterse

Hace muchos años estaba de moda criticar el "no te metás". Ahora que lo pienso, hasta había una bajada mediática sobre el tema, que se traducía en lugares comunes y frases de sobrecito de azúcar.
Con el tiempo el tema quedó atrás, y cada tanto reflota de la mano de aquella frase que dice "si en una situacío de inequidad te mantienes neutral, has elegido el lado del opresor", que nunca me queda claro si es de Luther King, de Bertold Brecht o de Marco Aurelio.
La cosa es que el llamado actual a meterse a favor de los oprimidos parece más convocatoria proselitista, es un "unite a nosotros, que peleamos por ellos". Para mí que el público en general lee bien el mensaje y por eso sigue de largo. Son esos discursos que "no son para mí", que no interpelan.
Por otro lado, sigue vigente el antiyutismo que prohibe buchonear o hasta sermonear cuando alguien se manda un moco. No importa si es un conocido, un extraño, o un famoso: la consigna es "dejá vivir".
Nos falta un argumento, una figura romántica que haga de ejemplo, una leyenda que no esté gastada.
El último héroe que se metía donde nadie lo llamaba fué Don Quijote, y con eso ya es mucho decir.
Hasta al Chapulín Conolrado había que llamarlo, ya ven.
Hay que predicar con el ejemplo, pero hacerlo por escrito, porque lo malo de predicar en el desierto no es que nadi te oiga: es que la arena te tapa las huellas.

domingo, 14 de junio de 2020

Hacer avioncitos de papel

Porque alguien tiene que hacerlos.
El poder sustentador del papel se conoce desde china, por lo que tenemos que suponer que lo único que hacía falta eran algunos conceptos de termodinámica y el motor a explosión para llegar a hacer un avión capaz de llevar gente.
Los coreanos del 1200 ataban tipos a barriletes y los remontaban, pero los aterrizajes eran tan bruscos que lo usaban como método de ejecución.
Creo que las personas con miedo a volar deben haber sufrido algún percance en lo que hace a la confección de avioncitos de papel. Porque una vez que se experimenta con esto, no hay misterio en cuanto a las máquinas voladoras.
Tal vez haya quien prefiera preservar ese misterio y creer que se trata de algúna fuerza misteriosa de la ciencia. Con eso, la estabilidad de esos aparatos quedará sujeta a la voluntad de dios, así que todo es cosa de estar en buenos términos con EL. Pero claro, por más que uno sea más bueno que Lassie ¿Quién te dice que en el mismo aeroplano no viaja algún pederasta, prestamista o periodista digno de morir?
Para que algo entre dentro de los poderes humanos, necesitamos hacerlo con nuestras propias manos.


sábado, 13 de junio de 2020

Dejar el vicio

Si hablamos de dejar el vicio, la pregunta es "cuál de todos".
Todos tenemos vicios, más de uno por supuesto, ya que una cosa lleva a la otra, el pecado llama al pecado y todo lo demás.
Tema aparte: el moralismo siempre agrega a la lista de vicios, otros "defectos" de la conducta, que en realidad, son las cosas que hace el vicioso para evitar que los demás le rompamos las bolas con nuestras prohibiciones.
Lo que lleva de un vicio al otro es el instinto de conservación, el instinto de conservación de los vicios, que se saben bajo amenaza y no quieren morir: por eso buscan herederos.
En definitiva, dejar un vicio no es tan difícil, a condición de tener un reemplazo suficiente, se puede cortar con cualquier cosa de un día para el otro.
El juego, el faso, comerse las uñas o adoptar perritos, pueden pasar de hábito a recuerdo en cualquier momento. Claro que siempre está el tema de las recaídas.
¿Se vuelve realmente al mismo vicio, o se tratará de un vicio nuevo?¿Soy el mismo cuando recaigo, o es otro el vicioso?
Por más que se empeñen los dialécticos, es hora de decir que los vicios no estan sujetos a esta norma. En ellos la repetición es cabal, se reproduce exactamente la misma experiencia. Tanto se vuelve al mismo punto del proceso mental, que se vuelve a empezar sin aprendizaje alguno.
De ahí la tenacidad de los vicios.
"Pero no es así: yo soy vicioso y puedo asegurar que no se siente lo mismo", pueden objetar.
¿Y quié dijo que acá se trata de lo que vos sentís, mamerto?
Vaya egocentrismo.


viernes, 12 de junio de 2020

Ser un sorete

Mi amigo judío me dice "la guerra te derechiza". Hablábamos de sus años en Israel, del desquicio de una sociedad militarizada, de vivir pendiente de que un tipo cualquiera empiece a las cuchilladas en un lugar público. Y no me vengan con el ESTADO y la propaganda. Claro que eso existe, pero la propaganda sólo puede modelar impulsos que ya están ahí disponibles. No se puede crear algo de la nada, pero si tenés mucho de algo, podés tratar de organizarlo. Oooootro tema. Donde no hay estado y todos la pasan mal, también se derechizan y se vuelven sectarios. 
Y en pequeña escala, la exposición a manipulaciones, mentiras, presiones y maldad en general te va corriendo de a poquito la aguja. Porque hay gente que no respeta límites, no atiende indirectas, no capta insinuaciones ni se ubica por sí misma cuando le muestran la puerta.
Entonces hay que ser un sorete y sacarlos a empujones.

jueves, 11 de junio de 2020

Hacer equilibrio

Hace equilibrio es todo lo contrario a ser equilibrado. Cuando decimos equilibrado, estamos hablando de algo estable, algo que por sí mismo se queda donde está.
Al revés, decimos que alguien hace equilibrio cuando su posición es inestable y tiene que corregir para un lado y para el otro todo el tiempo. Esto exige entrenamiento, reflejos, tensión y distensión, agilidad y control.
Hacer equilibrio es la preparación ideal para una actitud saludable y madura ante la vida. Como decía el maestro Miyagi: "lección de equilibrio no sólo para karate, lección de equilibrio para toda la vida".

Cambiar de nombre

Para muchos sería una solución radical. Cambian de nombre los artistas, los testigos protegidos y las personas "trans". En un mundo ideal, en una sociedad ordenada en acuerdo con la condición humana, todo individuo debería poder usar el nombre que quiera y exigir que los demás lo llamen del modo que elija.
Los que se oponen tienen una noción bien primitiva de cómo funciona un lenguaje, sobre todo de que por un lado, los símbolos no son datos, y que por el otro, la identidad no es la función.
¿Me explico? No, hoy no es día de explicarse. 
Es una maravilla que para comunicarnos en las redes sociales podamos asumir cualquier nombre, con la única condición de que no se repita, que es harina de otro costal ¿Por qué no se llamaría uno igual que alguien más? Por suerte la creatividad inherente sortea las limitaciones del dato.
En realidad, lo único que mantiene una continuidad "funcional" a lo largo de la vida es el cuerpo, por ahora. Así que salvo que uno quiera hacer de cuenta que tiene un alma inmortal única e indivisible, puede ser cualquier persona en cualquier momento.
Como están las cosas actualmente, no hay nada más ajeno que el nombre propio.


martes, 9 de junio de 2020

Caminar con las manos en los bolsillos

Hay un personaje de Fontanarrosa, un tío o un padre, que se pasa todo el cuento repitiendo un leit motiv recalcitrante sobre sacar las manos de los bolsillos. Quién no tuvo un pariente hinchapelotas que le decía que saque las manos de los bolsillos.
El argumento era que si se tropieza y cae, se da la cara contra el piso.
Pero otras veces te decían que era mala educación, otras voces te decían que parecías un vago. Si el reto venía de una madre el argumento, más sincero, era que se arruina la ropa. Argumento tan sincero como poco atendible: la ropa quedaba chica mucho antes de llegar a deformarse.
Las manos siempre en los bolsillos de su gabán, andaba Pedro Navaja: había que ser caradura para usar gabán en pleno trópico...
Y pensando en gabanes, hubo un momento histórico en que los bolsillos hicieron justicia. El día en que un señor mayor se encaró con el Tte. Cnel (RE) Aldo Rico y le estampó un seco en el morro. Las manos en los bolsillos, Rico se dió limpiamente de cara contra el suelo.
Pagó.
Celebremos cada tanto caminando con las manos en los bolsillos.

lunes, 8 de junio de 2020

Pensar en grande

Qué fueron a buscar los gringos a la Luna? Sabemos cómo llegaron, y sabemos algunas de las cosas que hicieron ahí. Pero no sabemos para qué o por qué lo hicieron. No puede ser que todo ese gasto haya sido sólo para llegar primero. O sí?
Acá se reían de Menem por la aeroisla, por los cohetes... Se tiraban de los pelos por el tren bala de Cristina... El traslado de la capital de Alfonsín...
Estoy seguro de que fueron los mismos que aplaudieron a Galtieri por hacerle la guerra a una potencia mundial.
Se entiende: dice la termodinámica que hacer una cagada bien grande cuesta mucha menos energía que hacer algo grande bien hecho. Y acá son todos adeptos de la ley del menor esfuerzo, siempre mezquinando con mentalidad de viejo Vizcacha. Es cierto que es la mentalidad de la colonia: el soberano es otro que siempre lleva todo.
En esto tienen razón los judíos con eso de la perinola mágica. Jugar es la vida misma.
Hay que redoblar.

domingo, 7 de junio de 2020

Esquivar recuerdos

Para qué acordarse hoy? Podría decir como el vago de "La Barra de la esquina": recordás, te cansás ¿qué ganas?. O podría hacer una revisión bibliográfica de la función del recuerdo en tanto rememoración. 
Simplemente quisiera despejar una especie de lugar común que la moda del psicoanálisis nos dejó abrochado en el sentido común.
Se volvió natural creer, afirmar y repetir que las cosas no hay que esquivarlas, en consonancia con el sempiterno imperativo de no ser cagón, no ser marica, a lo que se sumó esa noción de que "hacer consciente lo inconciente" es terapéutico per se. De ahí en adelante, pareciera que la cura para todo es hablar, enfrentar sus miedos, sacar esos recuerdos de abajo de la alfombra. ASUMIR.
Qué sadismo, señores. Los mecanismos de defensa existen por una razón: protegernos de las cosas que nos hacen daño.
Ahora bien, para que nos quedemos tranquilos: ningún recuerdo que nos moleste en sí es u n recuerdo reprimido, cuando un recuerdo se reprime, sólo nos enteramos de los síntomas, nunca del problema original. Igualmente, si hay algo propio de los recuerdos significativos es que a la larga se instalan solitos, sin que uno haga nada.
Así que tranquilos: nada se va a perder por esquivan un día la memoria, todo va a volver a su tiempo.

sábado, 6 de junio de 2020

Contar el final cambiado

Qué cuentos horribles les contaban a los chicos en otros tiempos. No hace falta remontarse a los hermanos Grimm, ya los cuentos de Andersen son un horror, y no hablemos de Mi Planta de Naranja Lima.
Por mi parte, me enteré más tarde de estas cosas, porque en las versiones que escuché, el soldadito vivía para siempre junto a su bailarina, firme sobre su única pata de plomo, el príncipe salvaba a su pueblo del hambre y la gente agradecida pintaba la estatua de dorado. Todo así, porque mi vieja inventaba por su cuenta mientras leía.
Cuando pude leer por mi cuenta, tuve la suerte de interesarme por otros materiales: Mark Twain y Emilio Salgari siempre consiguen que las cosas terminen bien. Así es que sólo después de un par de décadas conocí las versiones originales de aquellos cuentos.
Soy el primero en admitir que el romanticismo tiene una relación íntima e indisoluble con la muerte, y que su sentido se pierde si la evita (incluso Disney respeta este principio, aunque sus finales sean felices: sólo ponen la muerte como origen de la historia). Pero al final, si las historias cambiadas nos gustan más, eso cuenta como mejora, y si esto termina con el romanticismo... como todo, alguna vez tenía que terminar.

viernes, 5 de junio de 2020

Tortafritas

Hicimos la receta de Blanca Cota, que es rendidora como novia petisa. Para más esponjosidad le agregamos un toque de polvo de hornear. La verdad es que había muchas cosas que hacer, siempre hay muchas cosas que hacer, y si uno se guía por la opinión ajena, todo es prioritario. Así que aplicamos la máxima de que como siempre estamos ocupados, nadie sabe en realidad qué tan ocupados estamos.
Ahora mismo, se supone que uno esté estudiando, o preparando cosas. Tareas.
Nunca hay que dejar que las tortafritas se conviertan en tarea.

martes, 2 de junio de 2020

Diseñar casas

Allá por los años noventas, cuando no había un mango ni para fumar, las salidas nocturnas con la banda solían terminar en una casilla de guardabarreras. Era el puesto de trabajo del flaco Alejandro, que empezaba su turno los domingos a las 6am. En ese cubículo de 1,80 x 1,80 nos acomodábamos los cuatro o cinco, maravillosamente cómodos y calentitos, mientras calentábamos agua para unos mates, o nos pasábamos la última petaca hasta caer desmayados por solcito.
La barrera baja hacía que sólo nos despierten los bocinazos y puteadas de algún amanecido con auto.
Entre los divagues habituales estaba imaginar que convertíamos la casilla en una casa habitable. Había lugar para una catrera elevada, o rebatible, muebles, cocina, inodoro y ducha. Todo en ese cuadradito.
Veíamos el futuro.
El proyecto nunca se realizó, porque al flaco lo despidieron. Lo bueno fué que más tarde consiguió un trabajo de vigilador en un banco del microcentro. era mucho mejor dormir en los sillonazos del lobby. Incluso había una torre con un ventanal redondo desde donde se veía el río.
Eso es lo que hay que tener en cuenta al diseñar una casa: que se vea el río.