lunes, 31 de agosto de 2020

Fanfarronear

La literatura de hoy en día es unánime: los malos son fanfarrones, y los fanfarrones son malos que al final del día llevarán su merecido. Qué adorable catecismo! No viene al caso acá, pero los catecismos de todo tipo son algo que hay que desterrar de una vez. Y cuando digo desterrar me refiero al planeta Tierra.
El catecismo amontona progreso social inequitativo a base de sometimiento. Enseña a los pobres a conformarse y a los ricos a no traicionar a su clase.
Que es perfectamente reemplazable lo testimonia la historia, que hasta el año quinientos estuvo llena de sociedades que subieron y bajaron sin usar de manera masiva esa dramática propia de fábulas. La mitografía y la epopeya exaltan siempre al astuto, al atrevido, al dadivoso. Bueno, al final se mueren todos, pero eso es nomás para terminar el argumento de una forma natural.
Y Esopo? Esopo era justamente un vanguardista, la punta de lanza de la reforma moral que acompañó la caída del imperio romano y que tardó unos mil años más en llegar a imponer un orden tan viscoso, escurridizo e insidioso como lento en llegar a ser.
No digo que hay que ser todo el tiempo como los héroes de las sagas vikingas, siempre hablando de sí mismos, siempre midiéndose los cuernos con el vecino de remo en el drakkar. Uf, eso los convertía en insoportables: por eso los echaban de la casa y tenían que ir a buscarse la vida saqueando por ahí.
Fanfarronear es cosa de un día, pero de algún día.

domingo, 30 de agosto de 2020

Abrir un portal

No existen universos paralelos, la misma expresión es un contrasentido. Lo que hay es lugares del universo que no están en continuidad con este. Para llegar a esos lugares, y también para ahorrarse algunas continuidades tediosas (el recorrido del 188, por ejemplo) es que se usan los portales "dimensionales".
Claro que de esto nadie habla, y no se va a hablar. Hay un consenso unánime al respecto: la humanidad no es una raza segura para divulgar el uso de este tipo de herramientas. Miren nomás las cagadas que se han mandado contando sólo con la función poética: generaciones enteras arrastradas al abismo de la estupidez por algún irresponsable rimador, un milenio de parejas bailando al son de la prueba de amor, cinco eras de peleas de vecinos con esa historia de nunca acabar del ojo por ojo.
Si los humanos pudieran ir de un lado a otro con el mismo esfuerzo sin importar la distancia, serían un conventillo de siete mil millones de personas.
La última vez que se hizo una prueba unos bromistas se pusieron de acuerdo y conectaron las cloacas de Praga con la oficina de un profesor de secundaria. Por suerte el portal no tenía más de tres milímetros de paso.
Aunque la tecnología es monstruosamente sofisticada y prohibitiva, se opera con facilidad. Por supuesto: si te da la nafta para abrir un agujero de gusano, bien podés hacer una interfaz de control que se opere con órdenes verbales.
Para que se saquen las ganas: sólo tienen que ponerse mirando 34º 25' 16" al Oeste, rodilla izquierda en el suelo, espalda recta, manos en la cabeza y pronunciar con claridad (preferentemente con voz nasal) "Cratón abanicá el castor, tres lucas"
Por diez segundos van a ver qué hay escondido abajo del escudo de Brasilia.
De nada.

sábado, 29 de agosto de 2020

Lustrar los zapatos

Cuando uno salía todos los días, a trabajar, a hacer compras, de visita, usaba calzados según la ocasión.
Típicamente se iba en zapatillas a casa de nuestros amigos o amantes, al supermercado y al shopping. Los zapatos los dejábamos para las salidas formales, y también, cuando la suerte nos fallaba, para ir al trabajo. Pero también es cierto que algunos zapatos nos gustaban, y los lucíamos con ganas en toda oportunidad.
El módico fetichismo de los zapatos de cuero se completaba con el ceremonioso lustrado periódico, un ritual que nos permitía ocupar los lugares del amo y del sirviente a la vez.
Esto que ahora parece lejano y sin sentido, un saber anacrónico como el tiro con arco, merece ser rescatado y relevado del status nostálgico en que se encuentra.
Una de las reglas básicas del tratamiento de la depresión, consiste en conservar el arreglo personal por pura disciplina, aunque no haya motivo. Partiendo del hecho de que la depresión impide la existencia de motivos como tales, se impone conservar las acciones preparatorias de las actividades normales, por dos razones: dejan al paciente un paso más cerca de recuperar esas actividades, y además representan un mínimo de actividad y esfuerzo que se convierte en estímulo.
Con esta misma intención tenemos que volver a lustrar los zapatos. No vamos a ir a ningún lado donde hagan falta: si de casualidad los usamos, el lustrado se va a ir en cuanto volvamos a casa y los fumiguemos con alcohol al 70%. Es decir que es una actividad sin motivo ni finalidad evidente, pero hay que mantener la capacidad de hacer las cosas de siempre, para recordarse que en algún momento vamos a recuperar el gusto por esas pavadas.

viernes, 28 de agosto de 2020

Sopita y a la cama

Gustavo maricón
Sopita y a la cama
Se pone el camisón
Y dice hasta mañana
Siempre la cargada desde el vamos contra lo pasivo, lo suave, sumiso. Todo lo que en realidad nos gusta es de puto, menos ser macho, que no es de puto. Cuidarse es de puto, dar gracias es de puto, querer es de trolo.
Sobre todo tener miedo es ser maricón, estar cansado te vuelve afeminado. El Tao Te Ching dice que hay que adoptar el principio femenino, pero ya se sabe que los orientales son todos maricas, ni barba como la gente tienen.
Ni hablemos de los Indios, con esos modales resbalosos, seguro viven dilatados.
Lo que ha hecho la retórica del gaste es cernir nuestras opciones dejándolas alineadas lado a lado del par fálico-castrado.
Esto es difícil de explicar bien, porque en realidad no es un par. En la lógica binaria no hay dos, hay uno y cero.
Hay argumentos que indican que es imposible salir de ahí, hay otros argumentos que sugieren que sólo es cuestión de un esfuerzo más si quereís ser verdaderamente empoderados.
El lenguaje es un laberinto.
Un laberinto en una hoja de papel.

miércoles, 26 de agosto de 2020

Vigilar la tostada

El chiste ya es lugar común: si estás mirando las tostadas no se terminan de hacer nunca, y si te ponés a hacer otra cosa se queman.

En esta certidumbre se filtra una idea universal acerca del sentido de la vista, que en la antigüedad era tenida en cuenta por los filósofos. Se creía, y creen hoy los niños, que el ojo emite una especie de rayos o tentáculos hacia los objetos y con eso los percibe. Esta idea de la vista como una especie de radar, y la función equívoca de la vista en la vigilancia y la persecución, llevan a que mirar sea una forma de controlar, de ejercer un poder. Y como este poder es más bien imaginario, se presta a ser culpable de los efectos que se quiera. Y como el poder es malo de por sí, viene con trampa: ejercerlo conlleva alguna especie de maldición.

Yo creo que la forma de conjurar esta dificultad debería estar en cambiar la intención misma de la vigilancia. Debería ser más como un acto de contemplación. Así como se pueden contemplar las cosas pequeñas de cerca haciendo un mundo de cada detalle, se podría hacer pasar un tiempo breve como si durase años, sin que se vuelva tedioso, a condición de prestar la suficiente atención como para que se vuelvan interesantes los sucesos ínfimos.

El crepitar de una miga, la curvatura de una rodaja, la milimétrica fumarola, son verdaderos cataclismos al igual que las erupciones volcánicas, las tormentas tropicales o los terremotos.

Contemplando, igual de demora, pero sabiendo que al final, es lo que se estaba buscando.

martes, 25 de agosto de 2020

Parar las balas

No todo en la vida es fluir y esquivar. Eso es algo que se aprende y se puede poner en práctica sobre uno mismo, sobre lo que se puede sujetar a la voluntad propia, nada más. Formar parte de un equipo que sea como la selección del '86 es algo que no va a pasar de nuevo, entonces nos pasa que no esperamos que los demás corran, suban o bajen con uno. Las telecomunicaciones nos distancian desde hace mucho sin que hiciera falta pandemia, la modernización es, por sobre todo, números grandes, todo en grandes cantidades.
Por mucho que sueñen los fundamentalistas, las cantidades cambian la lógica de las cosas.
Todo se desordena, y como todos corren es muy fácil que atropellen.
Cuando estás en la cancha hace un tiempo, ves venir el pelotazo de lejos. Es OBVIO que si tenés alguien nuevo al lado, parte de tu responsabilidad es que pueda tomarle el ritmo al baile.
En un mundo ideal, se forja una relación de compañerismo, un lazo de aprendizaje y superación que cae una granada y ni nos vimos.

lunes, 24 de agosto de 2020

Mirar cosas chiquitas


Todo el mundo ama las miniaturas. Algo de razón tiene el culto Vudú con eso de que hay una magia en las versiones chiquitas de las cosas. Los niños pequeños los saben: instintivamente se apegan a objetos que representan a sus madres, padres, ellos mismos, en una escala manipulable.
Y las maquetas! Por más que odiemos hacer esas ciudades con cajas de remedios que la escuela les encarga a los chicos, nos encanta contemplar esos mundos donde sólo cabemos con la imaginación.
Acá viene al caso una impresión que sólo se tiene cuando se mira alrededor desde un punto elevado en la montaña: todo el paisaje parece de juguete. Una de las cosas que hacen tan atrayente subirse al techo del mundo es verlo todo desde la perspectiva de un gigante.
Que es lo mismo que imaginarse chiquito chiquito paseando por las grietas de un cascote.
Como todo es relativo, sólo se necesita acercarse a las cosas mínimas para sentirse de repente grande como Godzilla.
No hace falta comer ningún hongo raro, Carrol.

domingo, 23 de agosto de 2020

Hacer leña del árbol caído

Desde muy chico aprendí a manejar un hacha de voleo, la técnica es importante en estas cosas, mucho más que la fuerza. Sabía bajar un árbol en minutos, y sabía partir bloques de algarrobo de un golpe. Pero no sabía qué hacer con el árbol entero.
A los dieciséis viajé por primera vez al sur, y cuando pasamos por El Bolsón, acampamos en el terreno de una amiga que tenía su cabaña sobre la falda del "Piltri", el cerro que domina la vista del pueblo.
Llegamos de noche, cenamos y nos acostamos a dormir. A la mañana nos bañamos a manguerazos con agua que bajaba directo de la montaña. Tomé tanto frío que al otro día tiritaba de fiebre.
Sintiéndome para el culo me quedé mientras los demás bajaban al pueblo para visitar la feria y comprar vino.
Deambulando por el campito, encontré el hacha y unos troncos secos listos para hacer leña.
Al principio traté de cortar secciones del tronco, pero la dueña de casa me explicó la forma correcta:
Se para uno con un pie a cada lado del tronco, mirando a la punta, y se clava el hacha en el extremo, una vez y otra, hasta que se raja un poco. Ahí hay que buscar una astilla y embutirla en la rajadura para que no se cierre y seguir golpenado en la misma. Cuando la astilla se sale, se pone otra más gruesa, y se sigue así hasta que todo el tronco se parte al medio.
Después se repite lo mismo con las mitades, y los pedazos van quedando de a poco del tamaño justo para hacer fuego.
Lo mejor de todo fué que transpiré como un caballo y se me pasó la fiebre.
Miren si será bueno hacer leña.

sábado, 22 de agosto de 2020

Estirar el final

Las historias de amor verdaderas acontecen en dos patadas. Todos sabemos que no hay trama que resista la satisfacción de sus protagonistas. Mucho ante de Las Mil y Una Noches, Homero se enfrentó con este problemita y enseñó casi todos los caminos para evitarlo. Inclusive hizo algo no muy acostumbrado, que es darle a sus personajes una vida propia luego del texto: hasta La Odisea, el final de las obras se verificaba por el exterminio de todos sus actores, de donde sacó Robert Graves la idea de que el teatro dramatiza rituales abandonados de sacrificios humanos...
Que no sólo hayamos aceptado que los artistas nos escamoteen los finales reales, que lejos de aceptar el soborno del arte como un premio consuelo por haber renunciado ocasionalmente a las ejecuciones, los autos de fe, los autos chocadores y los videos de JackAss, hemos pasado a la obsecuencia del aplauso, la idolatría y la posteridad hacia quiene hicieron su profesión de estirar los finales.
Se ve que nos pueden hacer gustar de cualquier cosa, a condición de que esté bien contada.

viernes, 21 de agosto de 2020

Dormir con la ropa puesta

Nosotros, los rioplatenses, vivimos a la orilla del río más ancho del mundo, un titánico procesador de agua de ciento cincuenta kilómetros de ancho y una profundidad máxima de diez metros, una verdadera lámina de agua que se va oxigenando y decantando por completo sin esfuerzo alguno. No tenemos idea de lo excepcional que es nuestra facilidad para conseguir agua. Estamos tan acostumbrados que para nosotros es algo natural irse a dormir bañaditos cada día. Bueno, hay algunos que prefieren la ducha a la mañana. 
No tener agua corriente ya es un impensable, al punto que nos olvidamos de toda la gente que vive en esas condiciones. Recuérdenlo cuando alguien diga que en la villa viven con lujo porque usan celular.
Lo que trae la cuestión del estilo de dormir, que también depende mucho de la forma de vivir.
Como tenemos cama, sábanas y frazadas, nosotros y nuestros conocidos, ya naturalizamos sacarnos la ropa para acostarnos, algunos toda, algunos casi toda, algunos poniéndose camisón. 
¿Qué problema habría en dormir vestido? Algunos dicen que es incómodo, yo digo que se visten para sufrir. 
Que se arruga la ropa, puede ser, también se arruga bailando.
No bañarse es algo que sólo puede deberse a una negligencia o una privación. En cambio, dormir vestido también es propio de viajeros, de exploradores, de juerguistas.
De astronautas.


jueves, 20 de agosto de 2020

Cortar el chorro

El arte del anticlímax, el injustamente menospreciado talento de matar los chistes, el baldazo de agua fría original. 
Salman Rushdie imaginó al villano definitivo: su propósito sería crear antihistorias, argumentos que convertirían los relatos más atrapantes en bodrios notariales que nadie podía soportar sin dormirse (¿soportar no vendrá de sopor?). Su nombre era Katam Shud, que significa "Fin".
Que sepamos, muchos autores han elevado a sus villanos a la altura de verdaderos protagonistas, personajes indelebles. Esto gracias a que cada malvado tiene la gracia de realizar alguno de nuestros deseos inconfesables.
Y vamos, quién no quiso tener el poder de hacer callar a la gente cuando no para de hablar de sí misma, el poder de hacer que los bromistas se queden sin ocurrencias con que importunarnos, la majestad de acortar esos largometrajes que sólo vamos a ver para acostarnos con alguien, el pase mágico que haga llegar al punto al viejo que se va por las ramas...
Imaginen las posibilidades. Se terminaría el bullying en las escuelas porque las burlas no tendrían eco. Las llamadas de callcenters serían piezas de museo porque sus operadores se quedarían perplejos. Toda la música sería instrumental, pero nadie haría "air guitar". Los predicadores de la tele reconocerían que la vida no tiene sentido. La carrera armamentista se detendría en un inmenso "MEH".
Bien pensado, deberíamos dedicar un año a ejercitarnos en esto.

miércoles, 19 de agosto de 2020

Poner el hombro

¿Vieron que cuando las papas queman nos llaman a poner el hombro? Dejemos de lado el tema consabido de quiénes somos llamados (muchos, no como los elegidos, tres gatos locos). Pensemos para qué se pide que pongamos el hombro: hay que cargar un ataúd como los negritos del video? hay que tirar una puerta abajo? hay que aguantar que alguien venga a llorar?
Lo último parece bastante apropiado.
La cosa es que pongamos, en el sentido de prestemos, no se trata de entregar, como pasa con el culo, ni de meter, como con la pata, las narices o los garfios.
Poner es una actitud a medio camino entre la entrega incondicional, y la penetración imperiosa.
Debe ser por eso que se pide el hombro. Si te piden una mano, ya estamos hablando de favores que hay que retribuir, la mano no es gratis (el culo tampoco). El hombro cumple con aguantar, sólo se sacrifica el tiempo que se pone, a diferencia del pecho, que tiene que recibir las balas que eran para otro.
En el extremo opuesto, pero siempre en la línea de la inmovilidad, estaría poner los huevos sobre la mesa.
Que no es más que exponerlos, demostrativamente: cortárselos nunca se hace a pedido, sino voluntaria y paradójicamente para aliviar algún dolor del alma. 
No está claro qué pasa con el huevo y medio que cuesta cada par de zapatillas, el ojo de la cara se sale, con lo que el tipo ese que los sacaba a propósito debe vivir de arriba.
Ojalá todo se solucionara dejando un pedazo a cuenta. 
El hombro al final te lo devuelven, pero te rompés el lomo.

martes, 18 de agosto de 2020

Ponerse lindos

Cuando esas dos chicas se pusieron de novias en la adolescencia, una le preguntó a la otra "¿Querés salir conmigo?" y su amiga le respondió "Está bien, pero yo soy la linda".
La belleza es cuestión de privilegio.
Tal profesor contaba que el papá le decía "No salgas con mujeres feas". Asumía que es más fácil encontrar a quien se quiere hacer ver.
La belleza es cuestión de poder.
Mi propio abuelo, según me cuentan, se afeitaba sin mirarse al espejo, porque no veía masculino ocuparse de la apariencia.
La belleza es cuestión de actitud.
El Enrique V de Shakespeare le dice a su novia "tomándome ahora, me tomas en mi peor momento".
La belleza es cuestión de ingenio.
Pablo Picasso dijo "Yo no busco, encuentro". Y cuando los fascistas le preguntaron sobre el Guernica "¿Quién hizo este desastre?" él respondió "Ustedes".
La belleza es cuestión de supervivencia.
Somos especialistas en buscar la belleza, pero hasta ahora, la única forma cierta de gozarla es ocupar su lugar.

lunes, 17 de agosto de 2020

Predicar en el desierto

Para la filosofía, la normalidad nos constituye desde el vamos. El logos sigue siendo esa causa primera en la que necesitan creer. Para el psicoanálisis, la norma es secundaria, un ideal aglutinante. Sí se habla de la ley del padre como un mito fundacional, pero se trata de un mito, que de todas maneras funciona como una fuerza centrífuga en el origen. Lo que cohesiona del padre es su retorno en la ilusión que se cimenta con el ceremonial del banquete.
No es casual que sea en un banquete donde el filósofo escenificó su discurso sobre la fuerza de cohesión de la sociedad.
Para la normalidad, lo diferente se aglutina de alguna manera en identidades alternas. Todo lo asimila. La normalidad no deja de imaginar la contracultura como un enemigo astuto que no deja de conspirar.
Para los diferentes, la única identidad es el desierto.

domingo, 16 de agosto de 2020

Poner todos los huevos en una misma canasta

El tío Roberto, el mismo que decía que una casa de construye desde adentro hacia afuera, era un jugador empedernido, capaz de jugarse en la ruleta el sueldo de los albañiles y salir del casino con suficiente plata para terminar la obra. Su técnica era la de hacer varias apuestas simultáneas: a varios números, a la docena, al color. El tipo trataba de aparentar una actitud calculadora mientras se jugaba la plata ajena, queriendo pasar por ingenioso porque esa vez le salió bien. Los jugadores siempre recuerdan las veces que ganaron, nunca las que se enterraron.
Al final, nunca me queda claro si el jugador es valiente o no, inspirado o ciego. Toma riesgos que para nosotros son temerarios, pero lo hace obedeciendo a pálpitos indubitables. Juega en contra de las probabilidades, pero tiene un sistema.
Está dispuesto a perderlo todo, pero la experiencia le ha demostrado que siempre consigue rehacerse.
No tiene empacho en defraudar a sus amigos, pero pocas veces sobrevive a perderlos definitivamente.
Y es posible que todo lo pensado y sentido sea un espejismo creado a posteriori del impulso irresistible de jugar.
En todo caso, nunca hay que seguir los consejos de los jugadores. Mejor poner los pocos huevos que tenemos en una canasta que podamos tener siempre a mano.

Berretines

Todos tenemos un berretín, por eso el tango nos habla con una voz incómoda. Sospechar que alguien por el sólo hecho de compartir una lengua, una geografía (son inseparables), tenga la osadía de contarle al mundo de nuestras manías de bolsillo, nuestras pasiones de ochava, es más incómodo que visita de parientes ricos. Sabiendo que el berretín es una condición de lo más generalizada, es llamativo que se cultive en casi siempre en secreto, compartiéndose a lo sumo con extraños en bares, o cómplices de alguna travesura.
Quizás no se trata de que uno se avergüence de sus berretines, ni de que sean un tópico especialmente sensible. Tal vez la causa esté en que ellos son sueños relegados, son ideales que la madurez nos hizo dejar para después, o que directamente llegamos a proscribir por vanos, anacrónicos o improductivos,
No nos da vergüenza conservar las reliquias de la ingenuidad, nos da vergüenza haber crecido.

sábado, 15 de agosto de 2020

Hacerse cosquillas

Es casi imposible hacerse cosquillas uno mismo, parece que se necesita alguien que ayude con esto. Cierto que para cada uno cambia la sensibilidad de los diferentes puntos clave, así que no todo el mundo reacciona tocando las costillas, o presionando al costado de la rodilla.
Pero uno sí puede hacerse cosquillas a sí mismo, encontrando el lugar adecuado. Por ejemplo en mi caso tengo que rascar con la uña la planta del pié.
Es insoportable, no hay fuerza de voluntad que logre superar esta prueba.
Es la prueba de que el individuo se desconoce incluso al nivel fisiológico. La unidad del organismo es un logro conceptual, un punto de llegada del desarrollo, un estado precario como todo.
Para morirse de risa.

jueves, 13 de agosto de 2020

Dormir en la calle

El tío Canuto trabajaba en el Congreso, uno de esos empleos prebendarios que la oligarquía reserva a sus ovejas negras. Pese a tener una ideología sólidamente conservadora, cuando Onganía tomó el poder, circuló una orden de detención con su nombre. Así que el tío Canuto no podía volver a su casa, y como tampoco estaba dispuesto a presentarse ante la familia como un prófugo, se quedó dando vueltas por los barcitos hasta que cerraron y se fué a dormir en un banco de la plaza.
Cosas así quedan como anécdota pintoresca en las sobremesas familiares, como la otra de la prima Alina, que se durmió de madrugada en la placita Falcón y despertó al mediodía con la cara quemada por el sol.
Hubo un tiempo en que dormir en la calle no parecía algo tan extremo, era un mal momento, algo que podía pasar y nada más.
Después llegó una etapa en que algo así era inadmisible, no tener donde dormir, ni un amigo donde ranchar se convirtió en sinónimo de un desvalimiento absoluto. Quienes habían pasado por esta experiencia eran unos renacidos.
Finalmente, hemos llegado a entender que esto es una posibilidad, que en la vida puede llegar a suceder, y que como a todo, uno buscará como afrontarlo, sin conocer el final y sin esperar.

miércoles, 12 de agosto de 2020

Medirse la pija

En casa hacemos milanesas de pollo. Compramos pechugas de pollo en una "granja": pollería, pollajería, como se diga. La cosa es que cuando mi esposa las compra, pide que las corten en milanesa, y cuando las compro yo, las traigo enteras y las corto en casa. Como alguna vez me acusó de maniático por insistir en filetear el pollo por mí mismo, tuve que explicarle que para ella no es problema pedirle esas cosas al pollero, pero que para los varones, esas cosas implican que te pierdan el respeto.
(Nota al margen: la gente que hace trabajos manuales no respeta a los que sólo hacen trabajo intelectual, por más envidia que les tengan por sus privilegios. Esto hace a algunas neurosis propias de la movilidad social, que son un tema aburridísimo).
Incredulidad. Qué respeto?
Cosas de machos.
Qué estupidez.
Puede ser. Me llevó tres décadas entender que esas estupideces no son abstractas: conllevan para nosotros perjuicios concretos en las interacciones sociales. No es que no se pueda vivir sin ser respetado, pero se paga. Cosa que no interesa si uno es rico, que no es mi caso.
El truco de ser rico es que siempre tenés algo abajo donde caer si te tropezás -otra nota al margen.
Cuando sos macho te tenés que medir la pija con otros, aunque la tengas corta. Si salís perdedor no importa: vas a la fila. Pero si no, estás fuera de la fila.
Es un "chicken-game" eterno, pero no es como piensan los matemáticos (los matemáticos casi siempre salen de las filas de los que se salieron de la fila). El que sí lo entendió fué Borges, por ejemplo. Cómo no lo iba a entender si era un compadrito. De la peor especie: de los que se saben el más poronga, al punto de no temer ningún enfrentamiento, no tanto por saberse ganador, sino porque sabía que nadie se iba a quedar resentido al perder con él.
Esta es la ley de los varones, a ver quién adivina en qué cuento la explicó al detalle el esposo de la Kodama.

martes, 11 de agosto de 2020

Aprender idiomas

Dicen que viajando se fortalece el corazón, pero si hay una pandemia no se puede. Qué garrón.
Dicen también, con mucha lógica, que aprender idiomas amplía nuestra forma de pensar, desde que cada lengua conlleva una forma de pensar con categorías propias.
Hace muchos años, un astrónomo italiano enfocó el planeta Marte y observó algo que llamó "canali". Algún colega sajón lo tradujo, pero lo entendió como si fueran zanjones. La noticia le llegó al Sr. Percival Lowell, y desde entonces andamos diciéndole marcianos a los extraterrestres.
Se deben sentir como muchos españoles cuando escuchan chistes de gallegos. O los sirio-libaneses que llamamos turcos, y así. Por eso mejor aprender a hablar con propiedad antes de viajar y ofender a la gente por burro.

lunes, 10 de agosto de 2020

Transar

En una esquina sin ochavas donde nadie para. En una cuadra sin árboles que nadie barre. En un portón sin candado que nadie empuja. En cualquier rincón se transa.
A propósito no quiero hablar de las transas que se hacen bajo techo, en el abrigo del hogar, en un bar.
Eso se da por sentado. Hay transa donde hay comodidad, donde hay seguridad, intimidad.
Por algún motivo se ensució el transar. Se volvió un resbalar. Se volvió una cosa que no hay que mostrar, que no se debe notar.
Si transar se volviera una virtud, perder las formas podría enamorar. Pero estamos empeñados en durar, estamos empecinados en brillar. En ganar y ganar.
Un día sin transa es la ruina de una nación.
Una semana sin transa es la vergüenza de un pueblo.
Un pueblo sin transa es olvidado tarde o temprano.
Para hundir el arte de transar, le dicen transa al egoísmo.
El egoísmo es nunca haber transado la ambición.
Con razón.

domingo, 9 de agosto de 2020

Cortarse solo

Los manuales de supervivencia enseñan muchas cosas, pero como la mayoría estan dirigidos a un público de burgueses que fantasean o juegan al buen salvaje, se limitan a enseñar tácticas para resistir de manera provisoria en ambientes hostiles, durante unas semanas a lo sumo. Lo que esos manuales no te enseñan es a cortarte el pelo vos mismo.
Parece que no es algo coniderado esencial, pero a medida que el tiempo pasa, uno se da cuenta lo importante de poder resolverlo.
Si tenés pelo lacio, la solución obvia es el ejemplo germánico: dejarlo crecer lo suficiente y trenzarlo. También vale hacer un rodete como los japoneses, aunque se me ocurre que es algo que requiere mucho cuidado y precisión.
Las personas con rulos necesitamos otras ideas, si no queremos caer en el rapado drástico, que tampoco es algo tan sencillo, créanme.
Por suerte para nosotros, los hippies nos dejaron su enseñanza invalorable, basada en años de experiencia con la moda del pelo rebelde.
Para los que no tengan un familiar habilidoso a la mano, paso a detallar, sólo se necesita una tijera.
Primer paso: lavar el pelo y desenredarlo lo mejor posible.
Segundo paso: con la cabeza inclinada 45º hacia adelante, dejar que el pelo caiga vertical.
Tercero: cortar con tijera (todo el mundo tiene tijera, vamos) en forma horizontal a la altura elegida.
Listo, ahora parecen Fito Páez.


sábado, 8 de agosto de 2020

Esperar un milagro

Los ateos de origen somos muy de guardar un fondo de envidia a las personas creyentes. No sólo a los religiosos, sino a los que viven con la certeza de un orden fundamental, en una razón última que responda del estado de cosas que nos toca.
Intuyo que los descreídos de cualquier culto no sienten lo mismo, porque ya pasaron por la vivencia de las certezas, y algo hizo que las abandonaran. Nosotros no podemos asegurar que fuéramos a hacer lo mismo: simplemente ya empezamos a pensar desde la premisa de que hasta las leyes fundamentales de la física son las que son por una especie de lotería.
Sobre todo la idea de que haya una voluntad atrás de todo tiene un atractivo comprensible, porque cuando decimos voluntad pensamos en un ser accesible al deseo: si alguien tiene voluntad, es que quiere algo, y si quiere algo, se puede negociar. 
No porque los humanos tengamos algo que ofrecer más que bellas palabras, sino porque justamente todo lo que sea negociable, entre dentro del campo de acción preferido de las palabras.
Nosotros, que no estamos en condiciones de pedir nada, sabemos que algo nos estamos perdiendo. La plácida resignación que tanto nos cuesta alcanzar no se compara con la promesa sustancial de la intervención divina, la salvación, o incluso de la fatalidad.
Y como la envidia nace del fantaseo, vuelve a su origen. Ya que no tenemos soluciones para las cosas tangibles, quisiéramos que las ideas respondieran a una voluntad, a una voluntad que se pueda comprar con la oferta adecuada, que se pueda mover con alguna palabra clave.
La voluntad no es un perro que viene cuando lo llaman.
Lo sabemos, pero de todas maneras nos gustaría esperar un milagro.

viernes, 7 de agosto de 2020

Todo con o

Los locos borrosos no son pocos. Como yo toco con todos, son otro color, los morosos.
Otro robó con los osos grosos, yo no toco corno: lloro solo.
Tom Solomon compró los porotos todos rojos: los probó, tomó dos bolsos. Copó todo, no cortó los bonos, no los sonó.
Conozco dos corsos, corro con otro contorno: yo coloco oro con troskos porcos.
Vos sos soplón, Tom, lo sos. Roto, bobo, mogo, botón. Croto.
Como todo jodón comprobó con logros los ogros: como otros chocó con los troncos. Rodó con son colombófono.
Tocó fondo.
Pobló los morros con cojos horrorosos, con toros mochos, loros sororos, proctólogos con gorros.
Como colofón, Tom sopló con honor todos los globos. Cholo orondo.
Voló cómodo.

jueves, 6 de agosto de 2020

Ocuparte de tus asuntos

No hay como estar tapado de compromisos para acordarse de todos los asuntos pendientes. Parece que la virtud de la conciencia es justamente demandarnos acciones impracticables. Uno termina siempre obligado a compensar con algo indefinido. Es una tortura que sólo remite cuando somos forzados a tomar decisiones o a privarnos de tal o cual cosa. Entonces sí podemos lamentarnos: la culpa es ajena. Todavía hay de qué quejarse, pero la queja no deja ningún saldo. Es más, hace conversación, uno de los insumos más críticos y menos reconocidos (los tímidos y retraídos tenemos muy claro cuánto vale cada minuto de conversación fluída).
Entonces ¿Cómo se corta ese ciclo de enajenarse para gambetear la consciencia?
Es la misma pregunta que se hace el procastinador ¿Cómo arranco de una vez?
Los psicólogos no pueden dar una respuesta directa, no porque no sepan, sino porque el camino es un salto reisgoso.
El único camino para dejar de esconderse tras las obligaciones externas es ir derecho al sentimiento de culpa y miserabilidad que se esconde atrás de cada meta no cumplida, atrás de cada promesa rota, de cada negligencia.
Hay que soportar sentirse un inútil total.
Hay que sentarse en el medio de la rueda y escuchar todos y cada uno de los pases de factura más íntimos y agudos.
Recién ahí se puede descubrir la finalidad paradójica de la consciencia, una finalidad que nadie esperaba, pero que al fin y al cabo se aprovecha. Es la misma función del fuego, que tanto destruye como limpia.

miércoles, 5 de agosto de 2020

Mirarse al espejo

Hace unos años viajaba mucho en ascensor. Tenía el consultorio en un edificio residencial, que mantenía la puerta de calle cerrada las 24 horas. Por eso tenía que bajar a abrir a cada paciente que entraba y salía, y volver en el ascensor.
Los modelos de ascensores pueden variar, pero todos tienen un espejo. 
Los espejos pueden variar, pero en todos hago caras cuando estoy solo. 
Así que entre paciente y paciente me miraba en el espejo del ascensor sintetizaba la sesión con una mueca grotesca.
Más adelante mudé el consultorio a un edificio con muchas oficinas, que tenía las puertas abiertas todo el día. Los pacientes podían subir directamente, aunque algunos lo hacían si siquiera anunciarse en el portero eléctrico.
No hagan esto, toquen y esperen.
Desde entonces viajo mucho menos en ascensor, así que instalé un pequeño adorno con espejito al lado de la puerta. 
No sé cómo hacían los que no tenían espejos. Mirarse en un charco, tal vez. 
La variedad y peculiaridad de las muecas que pueden lograrse son merecedoras de tener su propio subgénero dentro de la pornografía.
Alguien debería estudiar esto.

martes, 4 de agosto de 2020

Educar al soberano

El soberano idiota. El reverendo pelotudo. El tipo más peligroso de imbécil, el que tiene poder de decisión sobre las cosas por el motivo más espúreo: la propiedad.
Ver cómo las cosas se van a los caños, a veces pedazos enteros de la historia porque se les dió autoridad sobre sus propios bienes a quienes sólo debían gozarlos, pone en perspectiva algunos de los grandes logros que se deben a la iniciativa privada, cosas como el Palacio del Louvre, el Boeing 747 o la salsa golf.
Por cada uno de esos iluminados legiones de pretenciosos que no deberían tener permiso ni de conduncir.
Tratar de enseñar, instruir, explicar a esta gente no tiene sentido, es un gasto de energía inútil y enojoso.
La estrategia ganadora es la resistencia pasiva de Ghandi: simplemente no participar en sus pelotudeces, no hacer acuse de recibo. 
Este tipo de idiota funcional siempre viene a escorchar conque necesita algo.
Los que tienen de más siempre necesitan cosas ¿Cómo se creen que las consiguieron?¡Haciendo trabajar al resto!
El que quiere algo de uno, va a encontrar la manera de conseguirlo, y todo está en que no se la hagamos fácil. 
Atenti: acá es donde sacan su carta ganadora, su movida infalible "ok, no te necesito, busco en otro lado".
Pero por supuesto! Hasta nunca, infeliz!
No sólo nos libramos de una peste, si acaso cada uno se fuera dando cuenta de esto, pronto se extinguiría esa raza nefasta.
Paz y amor.

lunes, 3 de agosto de 2020

Sacar el conejo de la galera

La magia es tan necesaria como las drogas, esto no se dice mucho, porque no hay que levantar la perdiz. Como la magia vive del engaño, resulta que el engaño es tan necesario como las drogas.
Es esto, o aprender a convivir con la insatisfacción, y la insatisfacción es la consecuencia del deseo. Así, el deseo sólo nos lleva al engaño porque no lo soportamos.
Si el deseo pide llenar un vacío, la magia muestra que donde no había nada por aquí, nada por allá, se puede sacar un conejo. Que no estaba ahí antes, ni después.
Porque lo sacamos.
La magia hace que todo siga igual, parece. Igual? Ahora estaremos engañados, pero soportamos el vacío, sabiendo que algo le podemos sacar.
Y ahora sólo queda saber donde poner el conejo.

domingo, 2 de agosto de 2020

Pasar factura

Es principio de mes, y es el momento de empezar a cobrar. No está muy claro cuál es la lógica que corresponde, porque tenemos muchos modos de pago sedimentados a lo largo de la historia. Lo que empezó con el intercambio más brutal entre bandas que se desconfiaban hasta del silencio, que pagaban con bloques de sal apoyando las mercaderías en el suelo al mismo tiempo, para evitar que un gesto mal interpretado terminada en batalla sangrienta, se volvió sutil con el uso del papel moneda, ritual con la generalización de los ejércitos profesionales, y mágico con la aparición del débito automático.
Y al parecer, desde que hubo forma, no solo se pagaron las cosas y los tiempos, sino que se dejó constancia de todo. Al punto que pareciera que la primera finalidad de la escritura fué registrar lo pagado y prevenir el fraude.
Será por esa vocación policíaca que el pasar factura tiene tan mala fama? En muchos intercambios se introduce el concepto como una especie de bomba descalificadora, como una recusación inapelable.
Deben ser los mismos que cuando van al psicólogo le preguntan qué está anotando. No les gusta lo escrito porque les quita libertad para mentir, para contarla cambiada.
Volviendo a la factura, se puede hacer a posteriori, simultánea, y o previa, así como los pagos son previos, simultáneos o posteriores a recibir lo pagado.
Desde ya, es evidente que cuando la factura se pasa a posteriori, es porque uno es la parte más débil de la relación. Y es típico reprocharle al débil las cosas que hace por débil, con la finalidad de que nunca salga de ese lugar.

sábado, 1 de agosto de 2020

Hacer pizza

Hacer pizza es facilísimo. Tan fácil que no se puede creer que tanta gente diga que le sale mal. Más desconcertante es ver la cantidad de cocineros, algunos muy bien formados, que hacer cualquier cosa menos pizza.
Me gusta jugar con la idea de que existe una especie de pacto mafioso entre chefs y pizzeros para guardar el secreto: no es creíble que tipos que se pasan el día cocinando no descubran la forma de lograr una pizza como la gente, esto es, una pizza como la que comprás en la pizzería.
Si digo que es muy fácil me quedo corto, porque es la receta más fisura que se pueda imaginar ¿notaron cómo los pizzeros son casi siempre unos atorrantes, vagos, gente de avería, todo lo contrario al espíritu del esfuerzo?
Uno ve a los cocineros que se rompen el lomo haciendo la salsa, saltando cebolla, condimentando, haciendo firuletes con la masa para que la proteína se despliegue y sarasa: sacan unas tortillas que dan pena. Y con pena quiero decir vergüenza ajena.
El Tao de la pizza es "menos es más".
Sobre todo menos apuro, los cocineros, hijos de la administración de empresas, miden todo en términos de cuánto les lleva preparar cada plato. Eso los mata: para hacer pizza hay que empezar seis horas antes, por lo menos.
Los secretos son ínfimos: poner la sal abajo de la harina y la levadura arriba, para que no se mezclen.
No le pongan aceite a la masa, no hace falta, sólo agua tibia.
Tampoco hace falta hacer "arrancar" la levadura: amasen todo junto hasta que esté parejo.
Y esperen.
Cada tanto amasen de nuevo, sólo para plegar la masa y hacer que se distribuya bien la levadura que se va reproduciendo a medida que come.
Estiren la masa en la pizzera con tiempo para que siga levando mínimo una hora antes de meterla al horno.
La salsa es sólo tomate de lata, ajo, orégano, ají molido, un chorrito de aceite de oliva y ajo.
Si no les gusta el ajo, no merecen comer pizza.
Primer golpe de horno con la salsa sobre la masa cruda, afuera, muzarella (la calidad de la muza es el 80% de la pizza), y al horno de nuevo.
Ahí está, si me pasa algo se confirmará el pacto mafioso de las pizzerías.