viernes, 7 de febrero de 2020

Comer del tarro

La vida es injusta, cruel y poca. Por eso existen las compensaciones.
Si no pudiéramos entregarnos a los placeres espurios no aguantaríamos una año entero como adultos.
Entre las cosas que dan felicidad, comer directamente del tarro se desataca como ejemplo de lo simple y rendidor.
En la práctica no hace diferencia, no se come más ni menos. No se requiere el consenso ajeno, no hace falta pedir permiso ni disculparse.
No hay daño, no hay arrepentimiento cuando se come del tarro.
La decadencia autocomplaciente puede alcanzar cotas surreales cuando se comparte el tarro entre enamorados. Creo que este debe ser el secreto: cuando uno lo hace por su cuenta, recuerda los amores más felices.

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