sábado, 13 de junio de 2020

Dejar el vicio

Si hablamos de dejar el vicio, la pregunta es "cuál de todos".
Todos tenemos vicios, más de uno por supuesto, ya que una cosa lleva a la otra, el pecado llama al pecado y todo lo demás.
Tema aparte: el moralismo siempre agrega a la lista de vicios, otros "defectos" de la conducta, que en realidad, son las cosas que hace el vicioso para evitar que los demás le rompamos las bolas con nuestras prohibiciones.
Lo que lleva de un vicio al otro es el instinto de conservación, el instinto de conservación de los vicios, que se saben bajo amenaza y no quieren morir: por eso buscan herederos.
En definitiva, dejar un vicio no es tan difícil, a condición de tener un reemplazo suficiente, se puede cortar con cualquier cosa de un día para el otro.
El juego, el faso, comerse las uñas o adoptar perritos, pueden pasar de hábito a recuerdo en cualquier momento. Claro que siempre está el tema de las recaídas.
¿Se vuelve realmente al mismo vicio, o se tratará de un vicio nuevo?¿Soy el mismo cuando recaigo, o es otro el vicioso?
Por más que se empeñen los dialécticos, es hora de decir que los vicios no estan sujetos a esta norma. En ellos la repetición es cabal, se reproduce exactamente la misma experiencia. Tanto se vuelve al mismo punto del proceso mental, que se vuelve a empezar sin aprendizaje alguno.
De ahí la tenacidad de los vicios.
"Pero no es así: yo soy vicioso y puedo asegurar que no se siente lo mismo", pueden objetar.
¿Y quié dijo que acá se trata de lo que vos sentís, mamerto?
Vaya egocentrismo.


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