jueves, 11 de junio de 2020

Cambiar de nombre

Para muchos sería una solución radical. Cambian de nombre los artistas, los testigos protegidos y las personas "trans". En un mundo ideal, en una sociedad ordenada en acuerdo con la condición humana, todo individuo debería poder usar el nombre que quiera y exigir que los demás lo llamen del modo que elija.
Los que se oponen tienen una noción bien primitiva de cómo funciona un lenguaje, sobre todo de que por un lado, los símbolos no son datos, y que por el otro, la identidad no es la función.
¿Me explico? No, hoy no es día de explicarse. 
Es una maravilla que para comunicarnos en las redes sociales podamos asumir cualquier nombre, con la única condición de que no se repita, que es harina de otro costal ¿Por qué no se llamaría uno igual que alguien más? Por suerte la creatividad inherente sortea las limitaciones del dato.
En realidad, lo único que mantiene una continuidad "funcional" a lo largo de la vida es el cuerpo, por ahora. Así que salvo que uno quiera hacer de cuenta que tiene un alma inmortal única e indivisible, puede ser cualquier persona en cualquier momento.
Como están las cosas actualmente, no hay nada más ajeno que el nombre propio.


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