sábado, 4 de abril de 2020

Ponerle sazón

Uno empieza de a poquito, con un poco de pimienta, con ají molido, un poquito más cada tanto. Cuando se da la oportunidad hay que animarse a un ají de verdad, un locoto, un cacho-cabra, unos jalapeños... Es como la elongación: sin lastimarse pero tomándole el gusto al dolor se superan límites inimaginables.
¿Estoy militando el picante para que tengamos el paladar de los mexicanos? Tal vez...
¡Qué rico es el picante! ¿Cómo llegamos a adquirir ese gusto? Obvio que el cultivo y la selección habrán magnificado las propiedades de los picantes, pero tuvo que haber alguien en algún lado que probó algo picoso y no sólo lo toleró, sino que quiso más. Se sabe que los europeos se mataban por la pimienta, y la gastronomía americana se basa en el maíz combinado con todas las variedades de ajíes y tomates, o la papa y el ají, que son plantas de la misma familia.
Seguramente los empezaron a comer porque era lo que había, con muchas comidas pasa eso. O también puede ser que lo usaran para calmar el hambre cuando la comida era poca...
Hay sensaciones que es preciso aprender a percibir en su mínima expresión, como el sonido, para poder apreciarlas, y hay placeres que sólo son accesibles si superamos alguna resistencia, como el sabor.


No hay comentarios:

Publicar un comentario