jueves, 29 de octubre de 2020

Crecer a lo ancho

Dicen que el secreto de la juventud (¿y de la vida?) eterna es nunca dejar de crecer. Pero los seres humanos crecemos hasta los veinticinco años y no más. Por eso los antropólogos afirman que nuestro cuerpo está "programado" para vivir treinta años, porque a partir de ahí baja la capacidad de regeneración de tejidos y reservas energéticas, así que el organismo empieza a decaer, lenta e inexorablemente.
Si fuéramos como los tiburones, que en lugar de huesos tienen cartílagos, podríamos seguir creciendo muchos años, pero nuestro ADN decide que los huesos se solidifiquen y la cosa se termina.
Ahí está la respuesta del yoga: estirarse constantemente para que el crecimiento continúe. O la respuesta de los incas: tomar chicha para hincharse y borrar las arrugas.
Ahora, doblarse más de ciento ochenta grados no se puede, así como engordar más allá del círculo no es aconsejable. Las posibilidades son dos: o hacer un cálculo fino y repartir el crecimiento horizontal en los años que se aspira a vivir, o crecer y descrecer. Como engordar y adelgazar no se puede hacer sin daño, la solución para la juventud eterna es practicar yoga, pero mal, con inconstancia e irresponsabilidad.
¿Será eso a lo que llaman "tener espíritu joven"?

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