martes, 20 de octubre de 2020

Obedecer al deseo

Hoy es el día ideal para meterse de lleno en la paradoja de la ética moderna, esa que mejor que nadie sintetizó el General San Martín con su famosa arenga "Seamos libres, que lo demás no importa nada".
Los burgueses nos olvidamos muy rápido lo que es no tener libertad, lo que es ser tratados como personas de segunda por los que son más fuertes. Y en seguida entramos en la cosa abstracta de preguntarnos si somos realmente libres cuando hacemos lo que queremos, y sobre todo cómo saber si lo que hacemos es lo que queremos.
Y salen las propuestas facilistas que sospechosamente alientan el capricho individual. Y vienen los psicoanalistas a decirnos que los deseos son ajenos, como las vaquitas. Y vienen los fundamentalistas y los fatalistas y los fetichistas.
Todos tienen algo para decirnos respecto a qué hacer. Bueno, los psicoanalistas justamente no, pero sí son de pretender que uno se pregunte, y eso también es hacer (no sólo producir es hacer).
La libertad no es hacer lo que dicta la conciencia, porque la conciencia tiene oscuras determinaciones.
Pero tampoco es obedecer al deseo si ese deseo es ajeno.
Tal vez la libertad tampoco sea sinónimo de controlar todo. Tal vez para liberarse de los amos no sea indispensable convertirse en uno. Tal vez el deseo de ser convertirse en amo sea sólo un deseo pasajero.


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