lunes, 26 de octubre de 2020

Hacer fierros

Desde la antigüedad se conocen distintas maneras de ejercitar el cuerpo. Como su nombre lo indica, el ejercicio es algo profundamente ligado al ejército. Los griegos son famosos por haber inventado el deporte, una forma de combate atenuado y atomizado en sus partes componentes. He leído mucho sobre la mutación simbólica de la guerra en los juegos, muy poco sobre el trabajo de análisis de las acciones que lleva a buscar la reproducción de sus elementos como forma de preparación.
¿Qué habrá venido primero? La estrategia o la disciplina. Estoy seguro de que los primeros en pasar de meras bandas organizadas a instituciones estables se contentaban con que la casualidad seleccionara a los afortunados que llegaban a ganar algo de experiencia. Eso de entrenar, de fabricar a los soldados desde los críos tuvo que venir mucho después.
Y las disciplinas... la primeras eran repeticiones de acciones sencillas: correr, saltar, tirar cosas. Lo que hizo Descartes viene a ser un atletismo de la mente.
Así se pasaron tres mil años, nota al margen para los indios que descubrieron la utilidad de la elongación y la capacidad respiratoria.
Pero el camino occidental sigue inexorable, buscando imitar los prodigios de algunos fenómenos de circo y de los campeones vascos del levantamiento de rocas.
Si el maestro Rammeau pudo hacer que cortes enteras se movieran con gracia gracias al recurso de dividir la danza en pasos elementales y hacer que los aprendieran en series progresivamente más complejas, bien podían los instructores de los deportistas ir un paso más allá de la gimnasia sueca de Sandow, la calistenia y demás: había que mover cada músculo por separado para llegar a convertir a cada alfeñique de 44kg en un patovica altanero y detestable.
No hay duda de que somos la cúspide de la edad del hierro, espero que falte poco para que se termine.


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