domingo, 25 de octubre de 2020

Sexo furtivo

Cuando se es adolescente (y pobre) se coje a escondidas, y cuando se es padre (y pobre) también. Alguna gente renuncia prematuramente a la intimidad y coje delante de los demás, o en público, o en la pieza de al lado, que es casi lo mismo: resignarse a naturalizar el que todo el mundo se entere. Acá entra el argumento trillado de que en realidad, el problema es que el sexo está prohibido y por eso se vuelve excitante y a la vez conflictivo.
Se repite tanto que nadie se pone a pensar ¿por qué prohibir algo lo iba a hacer interesante o tentador? Que si se impide tener sexo se acumulan ganas le debe bastante a una analogía caduca del deseo y la presión hidráulica. Pero también a una confusión inexcusable entre prohibir e impedir. Y tiene como consecuencia, solapadamente se naturaliza el supuesto de que las prohibiciones crean algo.
A ver si pensamos un poco: nada se prohíbe que no se hiciera antes. Si alguien trata de poner límite a algo, es porque ese algo ya existe y le molesta.
Con el sexo pasa eso: la tendencia a buscarlo es primaria, original, y no nace de las formas que le da la educación. Nace de que el cuerpo está hecho especialmente para cojer todo lo posible.
Después pasa que la cultura le pone formas y ocasiones, promoviendo algunas y obstaculizando otras.
Pero esto no tiene nada que ver con que nos dé pudor. El pudor es la respuesta displacentera a la excitación prevista del observador. Es el instinto de conservación que nos dice "si me ve, me va a querer cojer: mejor me escondo"
Por eso, cojer ordenadamente unos junto a otros es algo que no se hace sin un grado muy avanzado de "cultura"(v.g. de control de impulsos). 
De donde se entiende que hacerlo a escondidas, o hacerlo a la vista, es en realidad lo mismo: excita porque uno sabe que el otro no puede ver, o si puede ver, no puede tocar.
Pero cuando se tienen hijos, eso sería perverso. Mejor no hacer ruido.


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