sábado, 5 de diciembre de 2020

Hacer conversación

Hubo un tiempo en que una de mis principales preocupaciones era que no entendía cómmo hacer para conversar. La gente a mi alrededor se la pasaba charlando pero yo no podía seguir el hilo, así como uno no puede realmente seguir el hilo de sus propios pensamientos: después de haber sido testigo de horas de diálogo era incapaz de recordar de qué se había hablado. Mucho menos integrarme: la conversación fluía por al lado mío sin tocarme, como un flujo laminar que se resiste a contaminarse. 
Cuando llegué a la adolescencia se sumó el problema de poder conversar con las chicas. Mi viejo, gran conversador, me decía "aprendé a conversar con las mujeres, hacete amigo de ellas". Mi hermano mayor, gran mujeriego, me decía "hablales de cosas serias, de tu vida, el trabajo... se vuelven locas".
Yo no me entendía ni con mi compañero de banco, así que todo eso era para mí como viajar al espacio.
Crecí con la idea de que tenía un problema de timidez, cuando mi problema era que no estaba en las cosas que está la mayoría. Me dí cuenta cuando ví que por extraño que parezca, siempre hay gente que se interesa en las mismas rarezas que uno. 
El tiempo ayuda a encontrar esas personas. Y entonces, la conversación no se termina nunca.

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