lunes, 7 de diciembre de 2020

Manejar dormido

Quién no tiene un padre o un tío que se quedó dormido al volante y apareció en cualquier lado. No digo de los que aparecieron contra un árbol: la mitad de esos se la querían dar pero disimulan para que no los internen. Los pilotos zombis son como el aviador de ese cuento de Bioy (o era de Borges?) que aparecía en una Buenos Aires paralela. También había un viajante que terminaba en un mundo paralelo por equivocar el desvío en un camino de tierra.
La pampa húmeda permite esas cosas, porque es toda pareja. La meseta patagónica podría tener el mismo problema, si sus rutas no fueran rectas euclídeas.
Todas esas experiencias son necesariamente dudosas, de hecho, los cuentos de viajeros sólo son superados en falta de verosimilitud por las historias de pescadores, que además de viajar son de pasar mucho tiempo callados. Pero el encanto de las realidades paralelas está en que si existen, no iban a ser unos pasados de rosca los únicos privilegiados en encontrarlas y vivir para contarlo.
Cualquiera debería estar cruzando de una a otra sin hacer tanto escándalo. Después de todo, la probabilidad de caer en una línea de tiempo con diferencias notables es ínfima, y para los detalles nimios, el cerebro tiene cómo encargarse falseando la percepción del pasado.


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