domingo, 19 de julio de 2020

Caer y levantarse

"Me caigo y me levanto" decía mi madre. Referencia bíblica aleccionadora, la muletilla nos enseña a recibir con templanza los vaivenes de la fortuna, así como los golpes del infortunio. Como en el Vía Crucis, hay toda una filosofía motivacional, muy útil para las empresas complejas, en esa simple frase. Es algo tan trillado que perdemos de vista la dimensión revolucionaria del concepto.
En la mitología griega no se encuentra nada parecido: una vez que los dioses se encaprichan, todo va de mal en peor. Incluso Ulises, un maestro de la reinvención, va dejando partes de sí mismo en cada aventura.
Al mismísimo Julio César le costaba proezas de oratoria levantar el ánimo de sus tropas después de algún reves en el campo de batalla. Y el tipo fué un innovador: hasta entonces, la forma de levantar la autoestima de un ejército derrotado era ejecutar a uno de cada diez.
En el arte marcial del Aikido, literalmente "la vía de la unión de energías", se busca siempre el equilibrio de fuerzas en base a unirse con el movimiento del atacante, haciendo que termine en el suelo. Como es un arte marcial colaborativa, cada practicante se pasa la mitad de las clases cayendo al suelo: en consecuencia, la primer enseñanza son técnicas para caer y levantarse con mínimos daño y esfuerzo.
Es una pena que se esté perdiendo esta filosofía de vida. Cegados por el exitismo unidimensional, nos acostumbramos a ver sólo una cara de la moneda.
Como mi padre, que ante problemas inesperados exclamaba: "Me cago en Satanás".

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