jueves, 16 de julio de 2020

Leer sin prejuicios

-Cuál es el animal que come con la cola?
-Todos.
Lo mismo con los prejuicios, la lógica dice que nadie puede leer sin prejuicios, que es sólo una expresión de deseo. Que si alguien renuncia a sus prejuicios de origen, esto sólo puede hacerlo a favor de otro grupo de prejuicios.
A la hora de considerar la psicología, los filósofos, gente habladora, no pueden ir más allá de imaginarse ya sea un gran contenedor lleno de ideas, habitado por una esencia subjetiva. Y eso que se desgañitan contra el esencialismo, contra la teoría del homúnculo cerebral, etcétera (el más honesto de todos fué Descartes, que al menos hablaba en primera persona). Por supuesto, las ideas en realidad son frases, porque el oficio del filósofo es articular frases, y todos tenemos la tendencia de aplicar nuestro oficio a una teoría del todo.
Pero volviendo a leer, que es algo en que el asuntillo de las frases no se puede dejar de lado, los prejuicios vendrían a ser una especie de rejilla seleccionadora, que deja pasar algunos significados antes que otros.
Y de nuevo dirán, no ya los filósofos, sino ahora los antropólogos, los lingüistas y los psicoanalistas que el gran otro del lenguaje ordena desde el vamos la estructura, y que bla, bla, bla. Eso no son prejuicios, a lo sumo serán categorías. Y por más que digan que en esas categorías se evidencian los prejuicios, no ven que los prejuicios de los hablantes son los que ordenan el lenguaje, y que con un poquito de poesía, cosa de la que carecen, se puede decir cualquier cosa con el código que sea.
Pero leer, leer sin prejuicios, es como comer sin dientes.

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