sábado, 5 de septiembre de 2020

Comprar un disco

Será algo anacrónico, pero también snob. Puede ser tanto un ejercicio de nostalgia como un cliché de actitud pseudo alternativa. Ojo, también puede ser una inversión plenamente racional: los discos son artículos en vías de extinción, pronto objetos de coleccionista.
Lo mejor, para mi, que tenían los discos es que no había más remedio que comprarlo todo, así, con el tema de difusión, pegador y pegadizo, que se buscaba, todo el mundo se comía la cola de composiciones raras y caprichosas que los músicos mechaban entre los hitazos. Así nos cultivaba Charly García también en sus recitales: "Un par de cultas más y después tocamos rocanrol hasta el final, chicos".
Ahora esto es cosa de los raros, los nerds de la música que quieren escuchar hasta el último pedo.
Si nos ponemos de acuerdo, metemos un algoritmo que intercale esas canciones que los artistas consideran sus predilectas. 
Total, de una manera o de otra estamos poniendo nuestras preferencias en manos de alguien más. 
No hay nada más necesario: librados a nuestro criterio nunca pasaríamos de escuchar nuestros propios ruidos intestinales.


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