lunes, 14 de septiembre de 2020

Poner culo en tierra

En las artes marciales existe la filosofía de que todo es un arma, en judo y aikido, por ejemplo, el suelo es EL arma por excelencia. Y "caer" es un sinónimo de hacerse daño, en todos los idiomas. La culpa de eso la tiene la posición erguida, claro: no se cae lo que no se levanta. Pero es tarde para lamentarse, a lo hecho, pecho. Aunque como forma de afrontar una caída, no es nada recomendable.
La evolución, con esos reflejos que olvidamos para gozar de movilidad voluntaria, nos puede dar un ejemplo para que entendamos que a veces lo que nos parece un síntoma molesto, tiene en realidad mucho sentido.
Vean a un bebé que apenas empieza a pararse: al menor indicio de falta de estabilidad, los músculos de las piernas se distienden de golpe ¿Les tiemblan las piernas? Es el viejo reflejo haciendo de las suyas a pesar de que la corteza les dice a los cuádriceps que mantengan el todo.
Cuando el bebé se asusta, se cae de culo, cae sentado a una posición que domina, con suficiente base de sustentación para recalcular todo tranquilamente y empezar de nuevo.
Pero es cierto: si nosotros tratamos de hacer lo mismo nos rompemos algo, o por lo menos nos hacemos un chichón feo. Con nuestras proporciones estilizadas (verbigracia: panza) caemos sobre un codo o una rodilla.
La cosa es aprender a caer. La forma es empezar por el punto de llegada. Hay que estar en el piso, y empezar por encontrar una posición donde no duela ningún hueso. Desde ahí hay que empezar el camino inverso, gradualmente, levantándose un poco y volviendo. Siempre volviendo a la posición donde el culo ya no se quiere mover.

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