sábado, 29 de agosto de 2020

Lustrar los zapatos

Cuando uno salía todos los días, a trabajar, a hacer compras, de visita, usaba calzados según la ocasión.
Típicamente se iba en zapatillas a casa de nuestros amigos o amantes, al supermercado y al shopping. Los zapatos los dejábamos para las salidas formales, y también, cuando la suerte nos fallaba, para ir al trabajo. Pero también es cierto que algunos zapatos nos gustaban, y los lucíamos con ganas en toda oportunidad.
El módico fetichismo de los zapatos de cuero se completaba con el ceremonioso lustrado periódico, un ritual que nos permitía ocupar los lugares del amo y del sirviente a la vez.
Esto que ahora parece lejano y sin sentido, un saber anacrónico como el tiro con arco, merece ser rescatado y relevado del status nostálgico en que se encuentra.
Una de las reglas básicas del tratamiento de la depresión, consiste en conservar el arreglo personal por pura disciplina, aunque no haya motivo. Partiendo del hecho de que la depresión impide la existencia de motivos como tales, se impone conservar las acciones preparatorias de las actividades normales, por dos razones: dejan al paciente un paso más cerca de recuperar esas actividades, y además representan un mínimo de actividad y esfuerzo que se convierte en estímulo.
Con esta misma intención tenemos que volver a lustrar los zapatos. No vamos a ir a ningún lado donde hagan falta: si de casualidad los usamos, el lustrado se va a ir en cuanto volvamos a casa y los fumiguemos con alcohol al 70%. Es decir que es una actividad sin motivo ni finalidad evidente, pero hay que mantener la capacidad de hacer las cosas de siempre, para recordarse que en algún momento vamos a recuperar el gusto por esas pavadas.

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