lunes, 24 de agosto de 2020

Mirar cosas chiquitas


Todo el mundo ama las miniaturas. Algo de razón tiene el culto Vudú con eso de que hay una magia en las versiones chiquitas de las cosas. Los niños pequeños los saben: instintivamente se apegan a objetos que representan a sus madres, padres, ellos mismos, en una escala manipulable.
Y las maquetas! Por más que odiemos hacer esas ciudades con cajas de remedios que la escuela les encarga a los chicos, nos encanta contemplar esos mundos donde sólo cabemos con la imaginación.
Acá viene al caso una impresión que sólo se tiene cuando se mira alrededor desde un punto elevado en la montaña: todo el paisaje parece de juguete. Una de las cosas que hacen tan atrayente subirse al techo del mundo es verlo todo desde la perspectiva de un gigante.
Que es lo mismo que imaginarse chiquito chiquito paseando por las grietas de un cascote.
Como todo es relativo, sólo se necesita acercarse a las cosas mínimas para sentirse de repente grande como Godzilla.
No hace falta comer ningún hongo raro, Carrol.

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