miércoles, 12 de agosto de 2020

Medirse la pija

En casa hacemos milanesas de pollo. Compramos pechugas de pollo en una "granja": pollería, pollajería, como se diga. La cosa es que cuando mi esposa las compra, pide que las corten en milanesa, y cuando las compro yo, las traigo enteras y las corto en casa. Como alguna vez me acusó de maniático por insistir en filetear el pollo por mí mismo, tuve que explicarle que para ella no es problema pedirle esas cosas al pollero, pero que para los varones, esas cosas implican que te pierdan el respeto.
(Nota al margen: la gente que hace trabajos manuales no respeta a los que sólo hacen trabajo intelectual, por más envidia que les tengan por sus privilegios. Esto hace a algunas neurosis propias de la movilidad social, que son un tema aburridísimo).
Incredulidad. Qué respeto?
Cosas de machos.
Qué estupidez.
Puede ser. Me llevó tres décadas entender que esas estupideces no son abstractas: conllevan para nosotros perjuicios concretos en las interacciones sociales. No es que no se pueda vivir sin ser respetado, pero se paga. Cosa que no interesa si uno es rico, que no es mi caso.
El truco de ser rico es que siempre tenés algo abajo donde caer si te tropezás -otra nota al margen.
Cuando sos macho te tenés que medir la pija con otros, aunque la tengas corta. Si salís perdedor no importa: vas a la fila. Pero si no, estás fuera de la fila.
Es un "chicken-game" eterno, pero no es como piensan los matemáticos (los matemáticos casi siempre salen de las filas de los que se salieron de la fila). El que sí lo entendió fué Borges, por ejemplo. Cómo no lo iba a entender si era un compadrito. De la peor especie: de los que se saben el más poronga, al punto de no temer ningún enfrentamiento, no tanto por saberse ganador, sino porque sabía que nadie se iba a quedar resentido al perder con él.
Esta es la ley de los varones, a ver quién adivina en qué cuento la explicó al detalle el esposo de la Kodama.

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