jueves, 20 de agosto de 2020

Cortar el chorro

El arte del anticlímax, el injustamente menospreciado talento de matar los chistes, el baldazo de agua fría original. 
Salman Rushdie imaginó al villano definitivo: su propósito sería crear antihistorias, argumentos que convertirían los relatos más atrapantes en bodrios notariales que nadie podía soportar sin dormirse (¿soportar no vendrá de sopor?). Su nombre era Katam Shud, que significa "Fin".
Que sepamos, muchos autores han elevado a sus villanos a la altura de verdaderos protagonistas, personajes indelebles. Esto gracias a que cada malvado tiene la gracia de realizar alguno de nuestros deseos inconfesables.
Y vamos, quién no quiso tener el poder de hacer callar a la gente cuando no para de hablar de sí misma, el poder de hacer que los bromistas se queden sin ocurrencias con que importunarnos, la majestad de acortar esos largometrajes que sólo vamos a ver para acostarnos con alguien, el pase mágico que haga llegar al punto al viejo que se va por las ramas...
Imaginen las posibilidades. Se terminaría el bullying en las escuelas porque las burlas no tendrían eco. Las llamadas de callcenters serían piezas de museo porque sus operadores se quedarían perplejos. Toda la música sería instrumental, pero nadie haría "air guitar". Los predicadores de la tele reconocerían que la vida no tiene sentido. La carrera armamentista se detendría en un inmenso "MEH".
Bien pensado, deberíamos dedicar un año a ejercitarnos en esto.

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