miércoles, 5 de agosto de 2020

Mirarse al espejo

Hace unos años viajaba mucho en ascensor. Tenía el consultorio en un edificio residencial, que mantenía la puerta de calle cerrada las 24 horas. Por eso tenía que bajar a abrir a cada paciente que entraba y salía, y volver en el ascensor.
Los modelos de ascensores pueden variar, pero todos tienen un espejo. 
Los espejos pueden variar, pero en todos hago caras cuando estoy solo. 
Así que entre paciente y paciente me miraba en el espejo del ascensor sintetizaba la sesión con una mueca grotesca.
Más adelante mudé el consultorio a un edificio con muchas oficinas, que tenía las puertas abiertas todo el día. Los pacientes podían subir directamente, aunque algunos lo hacían si siquiera anunciarse en el portero eléctrico.
No hagan esto, toquen y esperen.
Desde entonces viajo mucho menos en ascensor, así que instalé un pequeño adorno con espejito al lado de la puerta. 
No sé cómo hacían los que no tenían espejos. Mirarse en un charco, tal vez. 
La variedad y peculiaridad de las muecas que pueden lograrse son merecedoras de tener su propio subgénero dentro de la pornografía.
Alguien debería estudiar esto.

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